Fernando Soler Aybar, líder vecinal y empresario de la moda jubilado, nació en Barcelona y creció en un barrio humilde. Después de trabajar en el sector textil, fundó su propia empresa de moda. Actualmente, se preocupa por los problemas sociales de su ciudad, Sant Boi, como la falta de actividades culturales y el mantenimiento deficiente. También aboga por la creación de un geriátrico público. Si fuera alcalde, se enfocaría en crear empleo para los jóvenes.
Tiene trato fácil Fernando Soler Aybar (75 años, casado -dos veces-, con dos hijos y una nieta) tal vez por su actividad como líder vecinal y empresario de la moda (jubilado) que estudió Comercio. Cuenta con gran cantidad de vivencias, que no simples anécdotas.
Nació en Barcelona, de padres levantinos que emigraron a la ciudad condal en la post-guerra como muchos otros en la década 1950-60. Fernando pasó su infancia en el “Barrio Tres Pins”, un barrio muy denso de la montaña de Montjuïc, donde hoy existe el Jardín Botánico.
Allá en una barraca de madera, sin luz ni agua corriente, suelo de tierra y techumbre de cartón cuero, se desarrolló la vida de una familia de cinco miembros. Una vida dura que le permitía jugar en el ruinoso Castillo de Montjuïc y panorámicas de privilegio, donde empezar a soñar con un cambio de vida como objetivo.
Allí, en ese Montjuïc de las barracas, Soler Aybar conoció a Ángel Velasco de Turrones Vicens y a Manolo Hervás, jugador e introductor del béisbol en Sant Boi. También a Ángel Sánchez de Toldos INACA. “Con todos ellos coincidí, después de nuestro traslado en el 1967 en un camión repleto de muebles el ajuar y con nosotros mismos en Sant Boi, en la barriada de Cinco Rosas (hoy Camps Blancs)”, rememora. De estas barriadas, de lo que se llamó “Barracópolis” han surgido gente notable que sería extenso enumerar. Gente audaz, con reflejos sociales, solidarios y perseverantes. Muy curtidos en las adversidades y con un afán de superación notable.
Fernando Soler, tiene su recuerdo íntimo, su “Rosebud” como en “Ciudadano Kane” el protagonista del film, que evoca su trineo infantil en momentos clave.
¿Cuál es tu recuerdo más clavado en tu memoria personal?
Era frecuente en aquellas polvorientas calles de la barriada, llenarse de polvo o barro en cuanto llovía un poco, y esto te daba un aspecto desaseado, que se evidenciaba cuando te miraban los zapatos. Por ello cuando bajaba de la montaña a pie hasta la calle Urgel donde cursaba Comercio en una Academia procuraba desprenderme en lo posible de todo lo que llamara la atención. Aún así sufrí acoso y con peleas y un truco conseguí pasar desapercibido.
¿Cuál era el truco si puedes explicarlo?
Tenía unos zapatos resguardados en un bolsa que mantenía oculta en un escondrijo, fuera de la barraca y cuando iba a la Academia me los ponía con sumo cuidado.
Este rito me daba seguridad personal. Luego con el piso de “Cinco Rosas” en 1976 que costó 2.800 euros actuales a plazos; hoy están entre 120/175.000 euros. Ya se nos dio el necesario confort que había faltado a mi familia y que el truco referido quedara en mi memoria íntima sepultado. La barraca para muchos fue un espacio de transición hacia un piso en condiciones.
Mi madre era cocinera en el “Ritz” y mi padre encargado en una fábrica de limpiaparabrisas; yo con mis dos hermanos (me encargaba del tercero), éramos felices de encontrar a conocidos del barrio, que también optaron por Sant Boi. El Plan anti-barraquismo con todas sus limitaciones (techos de uralita) y aislamiento del Centro fue un éxito.
¿Cuándo inicias tu trayectoria laboral?
Muy joven. Con 14 años ya vendía tebeos, en mi barraca y tenía un cartel con tres variantes: “Vendo-Cambio- Alquilo” y los domingos me iba al Mercado de San Antonio a mercadear. Notaba que tenía aptitudes comerciales pero entre los míos se me apodaba “el juez” por mi aplomo y sentido justiciero.
¿Tu primer trabajo estable?
Al acabar Comercio, empecé a trabajar de contable en el textil. Era época de pluriempleos, cobraba recibos de “Santa Lucía” y empecé a vender faldas a “puerta fría” sin preparación previa, solía tener éxito. Esto llamó la atención del patrono Paco Triquell y se me propuso ser (entonces se llamaba así) ”viajante” o comercial de la firma Triquell, S.L. Esta firma se convirtió luego en “Stradivarius” que fue comprada sobrevalorada por “Inditex-Zara”. Un auténtico “pelotazo” para los dueños.
Yo estuve 13 años, aprendí mucho y viajé por España y los países inspiradores de moda femenina que siguen siendo Francia e Italia. En muchas ocasiones, se hacen réplicas de modelos de precios altos, o con innovaciones, a precios más asequibles. Conocí interioridades y entendí que el éxito de ZARA”se debía a haber batido a la sueca H&M y forzar a sus proveedores a mantener precios bajos y entregas prontas, más un gran despliegue logístico. En este periodo conocí al magnate italiano de moda de lujo Missoni que tuvo la gentileza de invitarnos a mí y a toda la familia a unas vacaciones inolvidables. También traté a Amancio Ortega.
¿Por qué dejas esta empresa de buen trato y salario alto?
Estaba en la treintena y necesitaba demostrarme que podía ser un empresario de éxito, así que a pesar de una mejor oferta para que me quedase; decidí irme en buenos términos en 1979 y establecerme por mi cuenta con mi empresa “Moda Fern” un taller de moda en Cornellá, fue un gran día para mí; pagué un curso de patronista a mi mujer por el sistema “Feli” inspirado por el modisto Pedro Rodríguez y por Felicidad Duce. Es un sistema registrado internacionalmente.
¿Llegó el éxito al final?
De manera improvisada, nos dimos cuenta de la necesidad de mejorar la vestimenta de las embarazadas, y creamos unas prendas de talla holgada y que, ofrecidas al Corte Inglés, tuvieron una gran demanda. También en 1977 la moda femenina pasa de la falda al pantalón. De 1979-2003 despliego cinco sociedades con 48 personas y 18 talleres externos. Me internacionalizo con ventas a Portugal, Francia, Italia, Bélgica y México. En este período vivía en L’Hospitalet en la Rambla Justo Oliveras.
¿Siempre viviendo y fabricando en la comarca del Baix Llobregat?
Así ha sido. Mi segundo taller estuvo en Esplugues, la empresa iba muy bien, y consensué el diseño interior del taller con mis trabajadores, los cuales cobraban por encima de la media del sector. Éramos muy productivos, pero con buen clima laboral. Hoy le dirían paternalismo. Sin socios. Vivía muy integrado hasta el punto de presidir el Club de baloncesto Esplugas. Me hice una casa de 350 m2 en Sant Just, con Cruyff de vecino, mis hijos iban a buenos colegios. Iba a ferias. Todo bien con mis dos nuevas sociedades “Smirna” y “Megalitic” con diez tiendas propias. Hasta que….
¿Qué te pasó?
Mi esposa inició un inesperado divorcio, con unas condiciones finales muy onerosas de cumplir; tanto que me vi obligado (por descapitalización forzada) al cierre técnico de la fábrica. Todos los obreros fueron bien compensados al final.
¿Tu reincorporación al barrio cuando empezó?
Desde el 1976, al visitar a mis padres, me sondearon en la Asociación de vecinos, pero no podía . En 1988 regresé al barrio a cuidar a mi madre, con demencia senil, soy lo que los italianos, llaman “mamista”, mi madre fue nuestra fuerza impulsora familiar. Estuve seis años como presidente de la Asociación del barrio con mi amigo Baiget y un año de presidente de todas las Asociaciones Vecinales de Sant Boi.
Como buen conocedor de la realidad social local, ¿qué crees que es lo más acuciante?
Sant Boi es una ciudad dormitorio y un desierto social, huérfano de actividades culturales. Un símbolo a la entrada es un Ateneo (municipal) en ruinas, con una pobre y ruidosa actividad de una asociación que programa a su gusto. Sin teatros, un cine y por suerte tres bibliotecas. Muchos bares eso sí. Yo colaboré con la Fundación Marianao y el grupo “Benviure” de Xavier Padrós, dando clases a ancianos y lo hice también en mi barrio.
En el libro de Marc Andreu “Las ciudades invisibles”, Sant Boi aparece con graves problemas urbanísticos: el cuartel y los barrios aislados, redes de alta tensión que la atraviesan, las obras eternas y malas comunicaciones. Fernando Soler sabe comparar, ha vivido en chabola y en mansión de lujo, ha viajado y trabajado en muchos lugares.
Dinos en tú opinión el peor problema de la ciudad.
(Rápido)- La falta de mantenimiento es clamorosa, la desidia, hemos peleado por el barrio que podría ser una zona residencial para gente humilde. Fallan los sótanos con ratas, uniformar los toldos, repoblar los jardines, paneles solares y los ascensores y reactivar el Casal-Bar.
Los problemas de otros barrios, dada tu experiencia vecinal.
Como comerciante me sorprende el nivel tan bajo de la Feria de la Purísima, casi una feria de chuches, poco más. También la falta de atractivo comercial e industrial, de nuestras calles, polígonos y concesionarios en crisis. “Suzuki” cierra.
Conseguir las cifras de malestar social en Sant Boi es una epopeya, el Ayuntamiento (48 años en el machito), dificulta su acceso y divulgación. Sin embargo mantiene una de las rentas medias más bajas de la comarca, con un alto índice de fracaso escolar y unos 3.500 recurrentes al Banco de Alimentos; junto a unos millares de ciudadanos que no pagan impuestos ni suministros básicos, hay subalimentación infantil, la vivienda escasea y no hay geriátrico público. Este asunto fue el gran tema de Fernando Soler en el pleno municipal de septiembre.
Tu intervención en un Pleno a favor de un geriátrico público, dejó huella.
Padecí el tema con mi madre, que acabó en Calella de Mar. Vuelven a hablar de un “Centro de día” en el Milá Gelabert. Ofrecen el terreno y la construcción a la Generalitat (ERC) . A mi me ofrecieron lo mismo con la inclusión de varios bloques, flanqueando el geriátrico y a cargo de las monjas hospitalarias. Me sentí engañado por la alcaldesa. Dudo que lo activen. Hay un 20% de seniors y listas de espera de cinco años.
De ser alcalde ¿qué harías?
Lo primero sería dar trabajo; en especial a los jóvenes con una buena FP dual. El fenómeno de los ninis es gravísimo.
Fernando Soler como algunos “seniors” devuelve a la sociedad lo que consiguió con su esfuerzo personal. Aprovechemos su experiencia. III