El año bisiesto, según el refranero español, se considera siniestro. Este 2024 recién estrenado enfrenta desafíos económicos y políticos, con incertidumbre y posibles dificultades. Se necesitan políticas económicas diferentes para impulsar el crecimiento y generar empleo. El panorama político está polarizado y hay elecciones a la vista, así que el futuro se perfila incierto en términos de tensión política, vivienda, inflación y desempleo.
Año bisiesto, año siniestro”, vaticina el refranero español, que tiene multitud de latiguillos con malos augurios para los años, como este 2024 recién estrenado, con 366 días. “Año bisiesto, pocos huevos en el cesto”, corrobora otros de ellos, algo menos radical, pero que sostiene idéntica línea argumental con una creencia extendida desde los tiempos de los romanos, que también consideraban estas anualidades con un día adicional como nefastas.
Así que, de entrada, este 2024 no puede presumir como otros de entrar con buen pie desde las 12 campanadas, pues tendrá que sobreponerse, primero, a la etiqueta negra que pende sobre su calendario y después sudar la gota gorda para superar en bonanza a su predecesor (el 2023), que no ha sido precisamente un año como para tirar cohetes, marcado como ha estado por el alza de los tipos de interés y de la inflación, por una inusitada escalada del IPC y de los precios de los alimentos básicos (con el aceite de oliva como paradigma), con el encarecimiento de la vivienda y de los alquileres, y con subidas generalizadas de impuestos en casi todas partes menos en Madrid, sin olvidar el endémico enquistamiento del paro juvenil y la creciente tensión política.
De cara al nuevo año, las entidades financieras hablan de incertidumbre y de una posible ralentización de la economía (o incluso desaceleración), otra más. Las difíciles circunstancias geopolíticas (tensión en Oriente Medio, guerra de Ucrania) complican más aún unas previsiones optimistas y solventes sobre lo que puede pasar en estos 366 días y hacen evidente que van a hacer falta políticas económicas muy diferentes a las que se vienen aplicando últimamente en España, que ayuden a las empresas a afrontar nuevas inversiones, imprescindibles para hacer sostenibles sus negocios a medio y largo plazo, y, como consecuencia, de generar empleo. Hay quien piensa que se precisa de un nuevo marco normativo que favorezca la competitividad de las empresas como palanca para impulsar el crecimiento económico y garantizar el estado de bienestar, más allá de los caprichos del wokismo.
Tampoco el panorama político que nos aguarda parece demasiado halagüeño: polarización, crispación, colonización de las instituciones, elecciones gallegas y europeas (como mínimo) y malabarismos varios para mantener la mayoría gubernamental con la constitucionalidad pendiente de un hilo. A la vista de todo esto, ¿Qué nos deparará este 2024? ¿Será el año de la desescalada de la tensión política? ¿Bajarán la vivienda y el IPC? ¿Acabaremos con el paro juvenil? ¿Viviremos mejor? El debate está servido. III