Vaticinar cómo será el año que acabamos de estrenar supone antes que nada mirar de frente a los importantes desafíos que tenemos delante a nivel global.
Bajo el manto general de la emergencia climática, tales desafíos nos hablan de inflación, desigualdad, crisis migratorias y conflictos bélicos en Ucrania y Oriente Medio. Y todo ello envuelto en un clima de alarmante polarización del debate público y político que, como señalaba El País hace pocos días, se verá agudizado por el ciclo electoral que en los próximos 12 meses afectará a más de 70 países, algunos de ellos tan relevantes como EEUU, India y la propia Unión Europea.
Todo indica, por tanto, que este año seguiremos asistiendo a una escalada progresiva de los mensajes que polarizan, de los relatos populistas que dividen y convierten la arena pública en algo bronco y crispado, como hemos visto estos días en nuestro país con los sucesos de Ferraz. La ola populista viaja a menudo a lomos de las redes sociales y quién sabe si ya está siendo también propulsada por el avance imparable de la inteligencia artificial.
Ante este escenario, es preciso unir fuerzas y trabajar para hacer del ámbito local, de nuestros municipios, un dique de contención y un contrapeso de esa inquietante deriva global. Más allá de seguir impulsando las políticas municipales que apuestan por la sostenibilidad ambiental, la igualdad de oportunidades y el bienestar, se hace imperativo de cara a este nuevo año permanecer vigilantes y actuar para contrarrestar las dinámicas populistas que desinforman, cuestionan y deterioran la calidad de nuestra convivencia democrática.
Mi deseo para este nuevo año es justamente ese: trabajar desde el diálogo y el consenso para que la dimensión racional vuelva a predominar sobre la dimensión emocional en la vida política. III