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El joven que dejó Cornellà para vivir en un pueblo de Soria de 10 habitantes: su increíble historia
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El joven que dejó Cornellà para vivir en un pueblo de Soria de 10 habitantes: su increíble historia

Por Àlex Aragonés
sábado 06 de julio de 2024, 09:00h
La nueva vida de Gabriel Yáñez, de 26 años, que ha cambiado la ciudad de los Estopa por la provincia que alabó Gabinete Caligari. El joven ha creado ‘Repoblando’, una cuenta en redes con miles de seguidores desde la que anima a otros a llenar la España vaciada

Dejar atrás toda una vida en Cornellà de Llobregat, la ciudad que ha convertido en más que internacional la música del dúo Estopa, para vivir en un pueblo de Soria de apenas diez habitantes (quién sabe si guiado por las recomendaciones ochenteras de unos de los LP más cotizados de Gabinete Caligari en el que se habla de caminar por la provincia que inmortalizó Antonio Machado en sus versos), es la decisión que ha cambiado por completo el estilo de vida de Gabriel Yáñez, un joven de 26 años que se ha hecho un hueco en el mundo digital para dar a conocer su nuevo concepto de día a día y, a la vez, animar a otras personas a repoblar las zonas rurales de la España vaciada.

De la gran ciudad al mundo rural. Un salto que décadas atrás se hacía justo a la inversa, desde la meseta al río Llobregat, en busca de un futuro mejor en la metrópolis, lo que acabó convirtiendo el Baix Llobregat en un auténtico motor industrial. Ese fue el caso de sus abuelas, que nacieron en Castilla y León, aunque con 20 años se fueron a vivir a Barcelona. Ahora, la tecnología ha abierto un nuevo camino y Gabriel es un claro ejemplo del novísimo éxodo urbano, porque eso es lo que significa dejar una densa urbe de casi 90.000 habitantes para vivir en el mismo pueblo donde sus abuelas echaron raíces antes de liar el petate. Desde allí, a unos pocos kilómetros del Burgo de Osma (Soria), el joven tan solo necesita conexión a internet para desempeñar sin problemas su trabajo como programador, una ocupación que no conoce ni de fronteras ni de geografía. Pero algo más profundo ha cambiado en él, porque en la pequeña aldea su vida alcanza otra dimensión en cuanto cierra la pantalla del ordenador.

La vida se complica

“Siempre me ha llamado más la atención el mundo rural. Me di cuenta de que cada vez se estaba poniendo más complicada la vida en Barcelona. Los precios de la vivienda, los costes de la vida y los problemas de seguridad”, reconoce Gabriel, sobre unos factores que le hicieron ver que el mundo rural tenía unos atractivos de vida que no le ofrecía Cornellà. La pandemia también influyó en su decisión. Un tiempo convulso en el que acabó la carrera y más tarde decidió dar un vuelco de 180 grados a su vida. “Es un cambio bastante grande. A mi familia le sorprendía que me fuera a vivir a un pueblo de diez habitantes. No sabían qué iba a hacer allí, decían que me iba a aburrir”, recuerda Gabriel, quien ha dado visibilidad desde las redes sociales a un lugar donde disfruta de una segunda vida gracias a la vitalidad de los vecinos que componen ese pueblo de Castilla y León. Tanto él como su prima Victoria Sancho, que en su caso dejó Castellbisbal para adentrarse en una aventura que ha superado con creces las expectativas de ambos, crearon Repoblando una cuenta de Instagram y TikTok donde predican con el ejemplo de combatir los clichés de vivir alejado de la urbe: “Mostramos nuestro día a día para incentivar a otras personas a hacer lo mismo que nosotros”.

Gabriel empieza el día a las 07:00 horas. Una vez en pie, aprovecha para hacer ejercicio con sus nuevas mancuernas: “Si quiero ir al gimnasio tengo que ir al pueblo de al lado”. Más tarde, aprovecha para dar una pequeña vuelta por el campo y al regresar empieza su jornada laboral que finaliza a las 18:00 horas, momento en el que comparte vivencias con sus vecinos o aprovecha para hacer deporte. Una rutina que comparte en su canal, que también está marcada por las necesidades de vivir en un pueblo rural, donde ha aprendido a utilizar el motocultor, plantar cebollas o patatas, o jugar al frontón. Todo ello con la compañía de su prima. “Luchamos contra la despoblación. Mostramos cómo dos urbanitas viven experiencias en un pueblo y también aprovechamos para divulgar. De alguna forma, conseguimos empatizar con otras personas para que tomen la misma decisión que nosotros y acortar la distancia entre el mundo rural y el mundo urbano”. Sus cápsulas de vídeos contienen cientos de miles de reproducciones e interacciones: “De primeras no esperábamos llegar a tanta gente, pero confiábamos que podía ser un contenido interesante y relevante porque no habíamos visto a nadie que hiciese lo que hemos creado. Al menos hasta el día de hoy”.

"Abro la ventana y no escucho nada"

Un gran cambio donde los pequeños detalles marcan la diferencia en el nuevo estilo de vida de Gabriel. “Abro la ventana de mi casa y no escucho nada. Constantemente veo a lo lejos paisajes bonitos. En Barcelona, salía de casa y todo eran edificios. También aparco en la puerta de casa. Son pequeños matices que lo hacen más atractivo”.

Una de las grandes preguntas que más le repiten los usuarios en sus redes es sobre la soledad en el mundo rural. Un pensamiento que no comparten los protagonistas. “Una persona en la ciudad también se puede sentir sola, por mucho que esté rodeada de gente. Si no sales de casa y no socializas, por muchas personas que haya en una ciudad te puedes sentir solo. En el pueblo es lo mismo. Al poco que salgas y hables con la gente, no deberías estar solo”. En su caso, socializa con todos sus vecinos, que puede contar con las palmas de su mano. Al menos, en invierno. Con el buen tiempo la situación cambia por completo.

Un paraíso para el veraneo

“Mi familia siempre aprovechaba cuando era pequeño para venir un día festivo o un puente. La mayoría de amigos de las diferentes localidades de España también lo hacían”. Con los años, Gabriel se ha convertido en uno de los habitantes fijos del pueblo, donde hay medio centenar de viviendas. Un auténtico paraíso que en verano rebosa de alegría. “Se llena”. Ya sea con un silencio abismal o con las calles llenas de familias disfrutando de sus vacaciones, moverse por los aledaños del pueblo se hace imposible sin coche. “Ahí es cuando se puede hacer aburrido. Las distancias son relativamente largas, pero el tiempo de desplazamiento es similar al que paso cuando voy en el metro para ir de Cornellà a Barcelona”. No todos son ventajas. Gabriel también reconoce que añora algunos privilegios que desde un pueblo son misión imposible. “Echo de menos tener todo al lado. En Cornellà, si quería cenar una pizza lo hacía sin problema. Aquí no existe la entrega a domicilio. O me hago la cena o no me queda otra que coger el coche para ir a otro pueblo a comprarla”.

Su estilo de vida choca con el anterior de urbanita cuando regresa de visita a su ciudad natal. “He vuelto para visitar a la familia. Lo hago con más ilusión porque en Cornellà hay muchas ventajas y a veces no somos conscientes de ello. No tengo que coger el coche cada día. Está todo muy bien comunicado”. Aun así, Gabriel no cambia por nada su rutina en un pueblo del que no quiere desvelar su nombre para mantener la intimidad de los pocos vecinos que habitan. “Por ahora no quiero vivir en la gran ciudad”. Una inmersión en el mundo rural que le hecho descubrir tradiciones como pingar el Mayo, que simboliza una ofrenda a la fertilidad de la tierra. “Cortan un pino y lo ponen en el centro de la plaza. Puede parecer una estupidez, pero allí comprendes la importancia de este ritual”.

Un bar y poco más

Pese a la escasez de habitantes, el pueblo cuenta con un bar. Pero “poco más”. El garito está autogestionado por los propios vecinos, por lo que entre todos se encargan conjuntamente de todo tipo de tareas. Desde servir a los clientes, fregar y barrer el suelo a cargar las neveras. Sin embargo, lo que más ha sorprendido a su clientela son los precios. “Café a un euro, cerveza a 1,30 y cubata a cuatro”, explica en uno de sus vídeos en TikTok, que acumula más de dos millones de visualizaciones. Con el dinero de la caja obtenido, el vecindario aprovecha para “pagar pequeños eventos del pueblo”. El bar funciona como asociación y solo abre en verano, aunque si fuese por muchos parroquianos tendrían clientes todos los días del año. “Increíble cómo saldría de ahí”, comenta un usuario en las redes, mientras otro pregunta por el nombre del pueblo y por si hay casas a la venta. Un interés por un lugar que se ha dado a conocer por internet, donde Gabriel expone los pequeños placeres de los que disfruta a diario en Castilla y León y que trata de transmitir tanto a los más jóvenes como a los más mayores: “Muchos nos escriben con ganas de venirse a vivir a la España vaciada”.

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