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Capítulo 1 - Aparición del movimiento juvenil. Su aportación al cambio social - Jirones de la Transición, de Javier Pérez Llorca

Por X. Pérez Llorca
miércoles 17 de julio de 2024, 17:13h
La juventud como "categoría social" no ha existido siempre. Podemos decir que su evolución es simultánea a la de la propia sociedad capitalista. A medida que asistimos al desarrollo de las fuerzas de producción, la juventud se afianza como realidad social. Es ya bien entrado el siglo XX cuando podemos empezar a hablar propiamente de la juventud como sector social y de movimiento juvenil.

Hasta entonces, podemos afirmar que los individuos, tras los años de infancia, alcanzaban la consideración social de adultos, ya que como tales desempeñaban su rol social. Tan solo en las clases privilegiadas el adolescente gozaba de un "estatus" diferenciado, ocupando su tiempo en el estudio o, sencillamente, no trabajando.

Con la llegada del capitalismo monopolista, las clases dominantes van a necesitar mano de obra cada vez más cualificada. Junto a esta exigencia del mecanismo económico, la evolución social refuerza la necesidad de promocionar culturalmente al individuo. Se afianza, pues, paulatinamente la necesidad de que el adolescente, antes de incorporarse al mercado de trabajo, adquiera una formación.

Sería a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando la necesidad de incrementar el período formativo del individuo se convertía en una aspiración generalizada, en un uso al orden del día. La enseñanza, el nivel cultural, son contemplados como un vehículo de promoción social. Cada individuo puede aspirar a un "estatus" social superior al de la familia en la que ha nacido, en la medida en que adquiera una cualificación técnica que le permita desarrollar una función "dirigente" dentro de la jerarquía del sistema de producción.

A medida que se han ido sucediendo los años de este siglo, hemos ido asistiendo a la generalización de la etapa de aprendizaje hasta el punto de que, en los países desarrollados de Occidente, las enseñanzas básicas son consideradas por el Estado como obligatorias. De este modo se ha llegado a una situación en que las diferencias de comportamiento entre individuos jóvenes con estatus socioeconómicos distintos se han reducido. El común aprendizaje resulta ser un atenuante momentáneo de las diferencias de clase. A esta homogeneización tampoco es ajeno el mercado de consumo creado en torno a los jóvenes. El "estilo de vida joven" en el que la propaganda publicitaria insiste machaconamente, un mundo hedonista creado para todo el que tenga capacidad de consumir. El joven, sin recursos económicos suficientes, no podrá cubrir sus aspiraciones, pero, en definitiva, participa de similares aspiraciones que cualquier otro joven con mayores posibilidades de consumo.

Estas últimas décadas se están caracterizando por la neurosis de "lo juvenil"; incluso los adultos, víctimas de los estímulos comerciales, se ven necesitados de afirmarse en sus costumbres y consumos como individuos joviales, dinámicos, desenfadados; formalmente rompen con sus patrones culturales -los imprimidos a sangre y fuego en los tiempos de la postguerra- para participar de esta "estética de lo joven". Indagando en nuestro inconsciente, quizás llegaríamos a encontrar la máxima que nos motiva en nuestro comportamiento, máxima que de forma un tanto burda podríamos expresar así: "Consumir productos usuales entre la juventud es obtener un cierto reconocimiento de la sociedad".

Vemos pues que, en la sociedad actual, el concepto de juventud se manifiesta en dos dimensiones:

  1. La juventud como elemento sociológico: dado que, como hemos visto, la etapa de aprendizaje en los individuos es un hecho generalizado.
  2. "Lo joven" como categoría dentro del modelo cultural del sistema, como patrón de comportamiento social.

Ambos elementos contribuyen a que en la actualidad sea corriente la utilización del término juventud y que todo el mundo tenga por evidente el concepto que encierra esta palabra.

En definitiva: ¿Qué es la Juventud?, ¿una nueva clase social?

La segmentación de la sociedad en clases se realiza en función de las diferencias que existen entre los grupos de individuos de una misma sociedad. No obstante, comparto la idea de que la causa generadora de esta diversidad se encuentra en el sistema de producción. En la tensión creada entre los dos polos sociales, dominante-dominado, donde se van situando los grupos de individuos, según el nivel profesional, será su autonomía y capacidad adquisitiva; por tanto, su estatus social. Sin alejarse de esta concepción, hay que reconocer el hecho en virtud del cual las segmentaciones, y las contradicciones, dentro de la clase dominada se han ido acentuando a lo largo de nuestro siglo. De ser cierto, entiendo que el factor "sistema de producción" sigue siendo el eje básico en la diferenciación social.

En mi opinión, resulta inexacto hablar de que la juventud es una clase social. Si utilizamos el calificativo de clase para determinar aquellos grupos sociales que configuran y estructuran nuestro modelo de sociedad, no podremos afirmar que la juventud sea una clase social. Lo que no quiere decir que no sea un sector social diferenciado con una problemática específica. Al negar a la juventud como clase social estamos haciendo referencia a que es el "estatus" económico de cada individuo el determinante principal de nuestra sociedad. El joven, como individuo, depende de su familia, mantendrá el nivel social de sus padres al margen de que comparta gustos e ideas con el resto de los jóvenes de su edad.

Otra cosa distinta es que entremos en el análisis del espíritu que conforma las ideas de nuestra juventud y podamos afirmar que estas, por su carácter desenfadado y contestatario frente al sistema vigente, encuentran acogida en los movimientos populares. Podemos hablar entonces de que la "juventud"(1) encuentra en el bloque de clases dominadas comprensión para algunas de sus aspiraciones.

De cualquier forma, estas consideraciones no pueden hacernos olvidar que, a fin de cuentas estamos barajando un término que adquiere su realidad como conjunto, a partir de la suma de individualidades. En estas individualidades, los jóvenes se ven determinados en mayor medida por su nivel económico, no por su "vocación de jóvenes".

Siguiendo la línea de estos razonamientos, habríamos de entrar en las "subclases" que la juventud engloba: juventud trabajadora, estudiantil, la identificada por el consumo de droga, etc. La lista sería tan larga como los signos de identificación que encontrásemos dentro de la juventud. Habremos de convenir que, otorgar el calificativo de clase social a todo grupo que muestre una coincidencia de factores, no es el mejor método para clarificar conceptos.

Hablaremos de juventud como sector social y de movimiento juvenil como actitud dinámica y consciente de dicho sector social.

A estas alturas, pienso que ha quedado claro que la historia del movimiento juvenil hemos de empezar a buscarla en nuestro propio siglo, más aún en los años que suceden a la Segunda Guerra Mundial.

De esta forma, es obligado dar un repaso a lo que los años 60 suponen para el movimiento juvenil.

Durante estos años, es patente la insatisfacción que el sistema produce en las nuevas generaciones. Sería inútil que intentáramos cuantificar o buscar una justificación determinada para esa insatisfacción. A lo largo de los años 60 se evidencia un desfase entre las aspiraciones de los jóvenes en cuanto a su modelo de vida y la realidad social que están viviendo. Esto no es algo que podamos circunscribir a un país concreto, ni siquiera a un continente.

El profesor Aranguren, en su ensayo "La juventud europea de hoy" (primera edición 1961, Editorial Seix Barral S.A.) nos habla de la "rebelión inútil" de la juventud, refiriéndose a los Teddy Boys ingleses, los Trincheurs y Blousons noirs franceses, los Halsbstarke alemanes, los Teppisti ritelloni italianos y "los gamberros celtibéricos" que Bardem refleja en Calle Mayor. Pienso que no se puede intentar comprender la actitud de las generaciones jóvenes en la década de los 60 intentando situar el problema en un parámetro de "utilidad social" o de resultados de estos movimientos. El punto de partida, entiendo, ha de ser la constatación de que, a lo largo de los años 60, la juventud, bajo diferentes formas y en distintos momentos, muestra su rechazo a la sociedad establecida.

El año 68 vino a ser el punto álgido de todo este proceso. Las protestas juveniles se intensifican. Ciudad de México, Berlín, Montevideo, París. El Mayo del 68 francés podemos considerarlo como la caja de resonancia de todo un proceso de contestación juvenil que en modo alguno responde a una paternidad determinada o que se pueda limitar a un ámbito geográfico concreto.

Los sucesos del Mayo francés tuvieron su origen inmediato en las intransigencias que las autoridades académicas francesas mostraron hacia las demandas estudiantiles de reforma universitaria. No obstante, no se puede caer en el equívoco de pensar que el problema se circunscribía a la situación académica.

La misma cronología de los hechos viene a mostrarnos cuál era el espíritu que se vivía entre los jóvenes universitarios. En los últimos días de abril se produce una manifestación de solidaridad con los estudiantes alemanes en el Barrio Latino. Tras producirse el atentado contra Rudi Dutschke en la Universidad de Nanterre, se organizan unas jornadas de lucha contra el imperialismo. En el bulevar Saint-Michel, el 22 de abril, tiene lugar otra manifestación en apoyo al pueblo vietnamita. El 2 de mayo se vive una tensa situación en Nanterre ante las amenazas de la organización "Occidente" (extrema derecha) de atacar e impedir las actividades de los grupos de estudiantes progresistas. El decano clausura la universidad y reclama la presencia de la policía.

A partir del 3 de mayo, las protestas se extienden a la Sorbona y, progresivamente, a toda Francia. En los días siguientes, las reivindicaciones de los estudiantes se centran en pedir la libertad de los compañeros detenidos y la denuncia de la estructura universitaria. Todo ello se realiza desde una oposición frontal al sistema, oposición que encuentra su blanco en el imperialismo norteamericano, las costumbres, la "dictadura democrática" del General Degaulle o los CRS (Cuerpos Republicanos de Seguridad). Son significativos en los "grafitis" del Mayo francés los ataques a las formas culturales y artísticas del sistema.

¿Cómo se pudo producir aquella situación? Desde luego no fue a causa de la actividad de grupos de agitadores ultraizquierdistas, como el entonces ministro Peyrefitte y los representantes del "Establishment" repitieran una y otra vez. Es cierto que en todos estos hechos la presencia del Movimiento 27 de Marzo, y de su líder Cohn Bendit, tiene un papel destacado, pero en modo alguno pueden llegar a ser considerados como los causantes y coordinadores de la revuelta. Las causas de la magnitud que llegó a alcanzar la revuelta estudiantil, hemos de buscarlas en el desencanto latente que cada estudiante encerraba dentro de sí.

En el Mayo francés, muchos vieron la confirmación de las teorías de Marcuse. La juventud como un nuevo sujeto revolucionario. Lo cierto es que, durante aquel mes, los universitarios franceses, la gran mayoría de la juventud después, fueron capaces de generar un movimiento que llegó a inquietar por sus dimensiones a las fuerzas conservadoras. Lo que en un principio se limitaba a reivindicaciones meramente universitarias, se amplió a los estudiantes de bachillerato y a los obreros jóvenes. Obreros jóvenes que se unieron a los estudiantes para luchar contra el desempleo, contra sus problemas pocas veces escuchados y siempre olvidados.

Los mismos manifiestos estudiantiles llamaban a la movilización de los obreros y lo hacían conscientes de que en la universidad ni tan siquiera el diez por ciento eran hijos de trabajadores. Llamaban a la movilización denunciando la función que la universidad tenía como creadora de "cuadros" para el sistema. La identificación que se alcanzó entre los jóvenes obreros y los estudiantes superó la mera anécdota. Los encierros en la Renault, la huelga que afectó a diez millones de obreros, hablan por sí solos. Nanterre, núcleo industrial, fue el origen de las protestas de la juventud francesa.

En todo este proceso, la administración se muestra incapaz de dar una salida política al problema. La tensión aumenta, azuzada por la intransigencia gubernamental. Las reivindicaciones de los jóvenes chocan con la incomprensión de un régimen "equilibrado" incapaz de comprender qué estaba pasando.

Esta incapacidad para comprender el problema no se limitaba a las fuerzas golistas, la izquierda francesa se encontró rebasada por la situación. Marchais, secretario general del PCF, en un principio criticó duramente la actitud de los estudiantes, sus declaraciones al respecto de Cohn Bendit y sus "iracundos de Nanterre", en nada se diferenciaban de las que hizo el ministro Peyrefitte.

He intentado reflejar en estas consideraciones sobre el Mayo francés que en modo alguno se puede entender lo que sucedió si nos empeñamos en buscar "culpables" o "cabecillas". Los sucesos del Mayo francés fueron la explosión de las frustraciones que la sociedad francesa fue generando. Explosión que se inicia con las protestas de los jóvenes. La juventud vino a ser el sector social que, ya fuera por los menores costes o por una mayor carga de contradicciones con el sistema, capitaneó el enfrentamiento con el régimen establecido.

La incidencia que tuvieron durante estos procesos de contestación, en los años 60, las teorías de Sartre y de Marcuse, se han de circunscribir al análisis y teorización de una situación social. No encontraremos en ellas directrices de comportamiento, sino la conciencia de un espíritu de oposición a la sociedad establecida. Sería discutible afirmar que las teorías de Sartre y Marcuse, sobre todo de este último, eran conocidas ampliamente por la juventud.

¿Para qué sirvió el Mayo del 68? Podríamos decir de forma exagerada que tras los sucesos del 68 nada fue igual. Se puso fin a una época. Pero esto sería magnificar su importancia real. Lo cierto es que forzó a la adopción de una serie de reformas en el ámbito de la enseñanza, sobre todo, fue la evidencia de la necesidad de transformación del sistema y la demostración de que la juventud era capaz de poner en cuestión el orden establecido.

En la línea de responder esta pregunta es interesante la entrevista realizada por Jean-Paul Sartre a Cohn Bendit, 20 de mayo de 1968, publicada en el Nouvel Observateur:

JPS: ¿Cuál es en su opinión la parte irreversible en el movimiento actual, suponiendo que acabe enseguida?

Cohn Bendit: Los obreros lograrán el cumplimiento de cierto número de reivindicaciones materiales, al mismo tiempo que importantes reformas tendrán lugar en la universidad por obra de las tendencias moderadas del movimiento estudiantil y de los profesores. No serán las reformas radicales a las que aspiramos pero, de todos modos, tendremos cierto peso. Presentaremos propuestas precisas y, sin duda alguna, serán aceptadas porque no se atreverán a negarnos todo. De seguro será un progreso. Nada fundamental habrá cambiado, por lo que continuaremos cuestionando el sistema en su conjunto.

No creo que la revolución sea posible de un día para otro, solo será posible obtener mejoras sucesivas más o menos importantes, pero estas mejoras no podrán ser impuestas sino por acciones revolucionarias. Por esta razón, el movimiento estudiantil toma un valor de ejemplo para muchos jóvenes trabajadores. Habrá alcanzado, pese a todo, una reforma importante en la universidad, aunque transitoriamente pierda energía. Utilizando los medios de acción tradicionales del movimiento obrero, la huelga, la ocupación de la calle y de los lugares de trabajo, hemos derribado el primer obstáculo. El mito por el cual "nada puede hacerse contra el régimen". Hemos probado que esto no era verdad y los obreros se han lanzado por la brecha. Puede ser que esta vez no sigan hasta el final, pero habrá otras explosiones más tarde. Lo importante es que se ha demostrado la eficacia de los métodos revolucionarios.

Trece años después de los sucesos del 68, asistimos a una nueva crisis del sistema, a la intensificación de la política de bloques. El "tercer mundo" sigue siendo objeto de especulaciones descaradas por parte de las superpotencias. En Occidente se ansia más que nunca una transformación de las estructuras de poder. La máxima de Rimbaud sigue siendo una necesidad: "cambiar la vida".

La década de los 80 se ha iniciado con fuertes movilizaciones populares reclamando paz en toda Europa. Paz para vivir en una sociedad más justa, más libre; una sociedad que no sea manipulada en función de los intereses de las grandes potencias. Quizás estas concentraciones puedan contribuir a superar el miedo absoluto que sienten las sociedades occidentales: miedo a la pérdida del puesto de trabajo, al descenso del nivel de vida, a la guerra nuclear; al año 2000.

¿Hasta cuándo esta situación? ¿En qué medida la juventud y el resto de los sectores que sufren más duramente la crisis, reaccionarán ante tal orden de cosas? Lo cierto es que las características de la situación presente requieren fórmulas nuevas. El movimiento juvenil de los años 80 no puede vivir de la añoranza del Mayo Francés: Rudi Dutschke, Sartre, Marcuse han desaparecido con el inicio de la década de los 80, es como si hubieran querido señalarnos que el resurgimiento de los movimientos de contestación populares requerirá el esfuerzo, la iniciativa y el momento que nosotros mismos seamos capaces de imprimir.


(1) Dándole al término la acepción que popularmente se le da.


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