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Capítulo 5 - Juventud y modelo cultural - Jirones de la Transición, de Javier Pérez Llorca

Por X. Pérez Llorca
miércoles 17 de julio de 2024, 17:34h
Los problemas que vivimos en cada área social transcienden su dimensión concreta y vienen a configurar una situación social ante la que es difícil ser optimista. Es a este "marco social" al que nos referimos cuando, con la palabra crisis, pretendemos definir un concepto que globaliza todas y cada una de las dificultades entre las que se desarrolla nuestra vida. Cuando hablamos de crisis de cultura o de crisis de civilización nos referimos a lo obsoleto de los principios que informan la "civilización occidental", a las contradicciones que el sistema genera, sin ser capaz de superarlas.

Pienso que la juventud es el sector social que se ve más abocado a soportar la contradicción ocasionada entre los dos conceptos básicos que, a mi entender, definen al "Sistema Capitalista Occidental"(1):

  1. El incremento de producción y de la tasa de ganancias como objetivos del sistema.
  2. Fomentar el hedonismo. El consumismo como elemento de satisfacción. De la oposición de estos dos conceptos nacen muchas de las frustraciones que sufren los jóvenes. Por un lado, nos ofrece unos elementos de ocio comercializados: pubs, discotecas, moda, bebidas, etcétera. El objetivo es convertir a la juventud en un sector de población específico al que se le pueda endosar un determinado tipo de bienes de consumo o de servicio. De otro lado, el joven se encuentra con fuertes limitaciones a su capacidad adquisitiva: el paro se encarga de enfrentarlo con su entorno real, alejado del paraíso hedonista que la publicidad le ofrece. La delincuencia juvenil, la drogadicción o la puesta en cuestión de la familia podemos entenderlo como efectos de esta contraposición.

La superación de este problema bajo esquemas capitalistas es inviable en tanto en cuanto los dos conceptos planteados anteriormente responden a la necesaria interrelación para el capitalismo entre producción y consumo.

A menudo se dice que la filosofía que caracterizó al siglo XIX fue la del trabajo y el ahorro, mientras que las dos últimas décadas se pueden entender como la eclosión del consumo como una forma de vida. En gran medida son ciertas estas afirmaciones y pienso que están basadas en sólidos razonamientos: el capitalismo durante el siglo XIX precisaba de una sociedad ahorrativa, ya que le urgía avanzar en el proceso de acumulación capitalista. En la actualidad, el capitalismo monopolista necesita de mercados que absorban los bienes producidos. Entiendo entonces que la crisis económica que se inicia en el año 73 genera entre la población un nuevo estado de ánimo, como la frustración, al verse imposibilitada para seguir manteniendo el ritmo consumista. Este sentimiento se manifiesta más entre la juventud, a la que van especialmente dirigidos gran cantidad de los impulsos publicitarios. Al mismo tiempo, el joven de las clases medias y modestas dispone de menos recursos económicos.

El hecho de que se haya implantado este nuevo patrón consumista de comportamiento social, durante los años que siguen a la postguerra, no es ajeno a los medios de comunicación, especialmente la televisión. Su capacidad para penetrar en la vida del individuo lo convierte en un instrumento de control social de primera magnitud.

En modo alguno podemos comparar el nivel de influencia de la televisión con el de ningún otro medio, ya sea la prensa o la radio. Siendo evidente su mayor capacidad de penetración social, la progresión de su influencia en términos cuantitativos es un hecho:

EVOLUCIÓN EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Aparatos receptores de RADIO por cada 1.000 habitantes

País 1965 1970 1975 1976
Italia 208 218 230 232
Francia 313 315 325 330
Alemania Federal 316 329
Reino Unido 623 699 706
España 144 261 259
Estados Unidos 1.233 1.412 1.882
Irán 63 62 63

Aparatos receptores de TELEVISIÓN por cada 1.000 habitantes

País 1965 1970 1975 1976
Italia 117 181 217 220
Francia 133 216 268 274
Alemania Federal 193 272 311
Reino Unido 248 293 316 317
España 124 184 185
Estados Unidos 362 412 571
Irán 19 51 51

Tirada de PRENSA por cada 1.000 habitantes

País 1965 1970 1975 1976
Italia 113 144 126 113
Francia 246 238 214
Alemania Federal 326 319 289
Reino Unido 479 407 388
España 104 96 98
Estados Unidos 310 302 293 287
Irán 10

Paralelamente a esta pujanza de la televisión, tenemos que anotar la importancia adquirida por la publicidad, como vehículo indispensable en la comercialización de los productos y, también, para el incremento de la producción(2). Al mundo de la publicidad no se le ha escapado la relevancia que ha adquirido el mensaje visual. De esta forma, el binomio televisión-publicidad se ha convertido en pieza clave del tinglado cultural del capitalismo monopolista.

Desde los tiempos en que Marx escribía sobre la alienación del obrero de su época, muchas cosas han cambiado. Ahora bien, hoy como ayer sigue siendo cierto que el sistema de producción genera factores que condicionan la vida del individuo. Es en función de un potencial incremento de producción que se usa de los medios de publicidad; se consume motivados por estímulos publicitarios que a su vez obedecen al intento de incrementar las ventas, importando poco la utilidad objetiva del producto.

El sistema dispone hoy de medios más eficaces en cuanto al control e influencia ideológica. Las formas bajo las que se presentaba el capitalismo de principios de siglo han dejado paso al refinamiento de la sociedad de consumo: "El estado reconoce al individuo la libertad para adquirir todo tipo de bienes de consumo". En esta afirmación, quizá un tanto hipócrita, se encierra el principio del que informa nuestra sociedad. La ética del consumo y la ilegalidad a menudo encuentran su línea divisoria en el mismo punto que separa los actos que favorecen el incremento de producción y de ganancias de aquellos que lo estorban. La pornografía y el tráfico de drogas son fenómenos tolerados por el sistema en la medida que aportan un determinado "submercado" donde encuentran su comercialización cierto número de productos. ¿Cómo se entiende que la civilización occidental forjada a machamartillo en los principios éticos del cristianismo transija en sus principios? ¿Cómo se explica, bajo su ética, la tolerancia hacia la prostitución y la persecución de los movimientos homosexuales, si no es buscando las causas en la posibilidad o no de comercialización? Las ideas progresistas y liberadoras avanzan pero su suerte se decide en función del nivel de las necesidades y el desarrollo de los medios de producción. Los elementos que hasta aquí hemos esbozado son índices claros de la estructura cultural del sistema, entendiendo por esta "el conjunto de valores, fines, normas y pautas de los comportamientos, de las actividades y las prácticas sociales". Sistema cultural que encierra dentro de sí una lucha entre contrarios: mientras la ética oficial o el derecho positivo se corresponde con el dictado de la filosofía cristiana, la práctica social viene impelida por las necesidades del sistema de producción. Por un lado, es preciso aferrarse a los principios de la tradición filosófica de occidente como trinchera teórica frente a las alternativas de cambio social; de otro, el capitalismo requiere la total impunidad de sus reglas de mercado. Por tanto, crisis cultural del sistema en la medida en la que su estructura de principios éticos es en sí incapaz de sincronizarse con la dinámica socioeconómica de su propia sociedad.

Reflexionemos ahora sobre la viabilidad de la existencia de nuevos patrones culturales y de su capacidad para ser una alternativa al conjunto de valores oficialmente vigentes:

"El pasotismo" como actitud ante la actividad social es un fenómeno que alcanza a sectores numéricamente importantes de la juventud. Si algo resulta claro en esta actitud, es su carácter de negación hacia lo establecido y el refugiarse en el disfrute individual del presente. Lo establecido para el pasota no se circunscribe a las estructuras del estado y de la clase dominante, sino que se amplía a las mismas organizaciones progresistas: partidos, sindicatos; asociacionismo en general. El pasota es el individuo sin otra meta que la de disfrutar de las dormideras comerciales que el sistema le ofrece. El hecho de que este sentimiento haya arraigado fuertemente entre la juventud no es motivo suficiente para mantener que el pasotismo representa un contravalor cultural; al contrario, entiendo que el pasota es el "resultado marginal del sistema" y que, como todo lo que es marginal y sin capacidad de contestación, cumple su función dentro del mismo. Los jóvenes pasotas componen un "submercado" capaz de consumir un buen número de productos superfluos que son lanzados al mercado como signos de identificación de este espíritu de vida (importancia de la vida, ya se manifieste en el vestir, en bebidas, etc), convirtiéndose mediante los procesos de comercialización en auténticas necesidades para el joven "consumista-hedonista". Es curioso observar cómo la publicidad empleada en promocionar este tipo de productos intenta presentarlos como signos de libertad, desenfado e incluso de contestación al sistema. La paradoja nos lleva a ver cómo las multinacionales, rectoras del capitalismo monopolista, vienen a hacernos la apología de "la superación del sistema", superación individual a través del consumo. El lenguaje, los términos utilizados por el joven pasota, son su muleta de seguridad frente al entorno social; no obedece a un planteamiento frente a la sociedad. Ni siquiera aquellos que pregonan su escepticismo vienen a aportar salidas distintas de las meras evasiones que el capitalismo ofrece.

Descartado el pasotismo como alternativa a los valores del sistema, a duras penas encontramos algo más que los movimientos clásicos de contestación. Entiendo que el socialismo democrático viene a defender la profundización en un sentido progresista de un conjunto de valores, vigentes en parte, resultantes del continuo enfrentamiento dialéctico que durante un siglo han mantenido el capitalismo y el socialismo científico. El estado democrático, afianzar las libertades del individuo, relaciones más justas en el proceso productivo, la libertad de expresión, la liberación de las relaciones sexuales o los derechos de la mujer, son ideas con fuerza que se han ido abriendo paso en la medida que se desarrollaban las fuerzas de producción. La sustitución de los patrones culturales vigentes por los que propugna el socialismo -acción individual-solidaridad- no puede ser entendido como un enfrentamiento del que resulta una sustitución fugaz en el tiempo, sino que responde a un proceso lento de transformación del estatus cultural. Es cierto que los dos modelos ofrecen pautas de comportamiento alternativas y claramente diferenciadas, pero no menos cierto es que el proceso de cambio social pasa por las sucesivas síntesis culturales que se producen -cada una en un tiempo concreto- como consecuencia del continuo forcejeo entre los dos modelos. El modelo cultural del socialismo, como antítesis del sistema vigente, fuerza la continua modificación de este. La presión ejercida por los sectores populares mantiene la dirección progresista del cambio.

Como consecuencia de la interrelación de estos dos planteamientos ideológicos en una situación como la actual, de profunda crisis del capitalismo, la carencia de patrones culturales planteados como alternativas diferenciadas se muestra más alarmante.

El sistema cultural vigente tiende a mantenerse por la inercia de las costumbres sociales, sobre todo a causa de la defensa que de él hacen las clases dominantes, ya sea desde el gobierno del estado o desde los centros de poder de la sociedad. En el caso de España más aún, dado que estamos asistiendo a la instalación de un estado democrático partiendo de un régimen dictatorial, siendo hegemonizado el proceso por la contradictoria expresión política de las clases dominantes: UCD. Basta con echar una ojeada a los debates parlamentarios y actuación del ejecutivo para apreciar una voluntad de frenar las concepciones y principios progresistas que se presentan:

1) En el campo de la enseñanza, el proyecto de ley de autonomía universitaria de UCD está cargado de negligencia política. Ante una situación de total deterioro de la vida universitaria, la LAU no ofrece alternativas. No solo no aborda el problema de definir el nuevo sentido que ha de tener la universidad en la sociedad actual, sino que ni siquiera permite racionalizar la gestión de la actual universidad.

Resulta más clara la intención que encierra la ley de centros docentes. De forma manifiesta, se observa la voluntad de controlar ideológicamente la formación de las nuevas generaciones. El trato de favor que se da a la enseñanza privada -y en gran medida religiosa- mediante la ley de financiación y el debatido tema del ideario de centro, deja la educación de este país en manos de sectores de presión sociocultural claramente identificados con los patrones culturales vigentes.

Paralelamente a este proceso legislativo, seguimos sufriendo una mala planificación escolar: faltan plazas escolares y sobran maestros. Los estudios de magisterio carecen de la atención necesaria que permita la preparación de maestros capaces de enseñar a pensar y a vivir, no maestros que cuiden niños en horas escolares y evalúen trimestralmente. Entiendo que esta situación responde a una determinada orientación en la política cultural.

UCD, con sus recientes actuaciones, nos recuerda que el tema del control ideológico no resulta ser una cantinela de la teoría marxista, sino la práctica corriente en un estado hegemonizado por las fuerzas del capital.

2) Si el modelo de enseñanza condiciona la actuación futura de las personas, las formas de comportamiento y las costumbres sociales son la concreción del sistema cultural en vigor. No resulta extraño que en torno a la libertad de expresión se concentraran durante el año 1980 las distintas fuerzas sociales que pugnan por defender uno u otro modelo sociocultural. El gobierno parece entender por un lado que en "su democracia" no caben formas de expresión cuestionables; por ejemplo, la actuación de organismos e instituciones del estado; al contrario, las fuerzas progresistas se opusieron a estas actitudes gubernamentales en base al principio de que los llamados "delitos de opinión" no son tales delitos. De esta forma vemos cómo la confrontación transciende en cada caso concreto para alcanzar una dimensión de oposición de normas o principios. Una vez más, la pugna de ambos modelos culturales subyace en cada problema, se repite y se repetirá en el tiempo mientras la contradicción exista.

La disparidad de criterios planteados en torno al tema del divorcio evidencia concepciones divergentes sobre el sentido del matrimonio. UCD(3) insiste en entender el divorcio como "terapéutica a aplicar en casos de enfermedad duradera y generalizada" cuando ya es un hecho irreversible la imposibilidad de continuar la convivencia conyugal. De esta manera, se está negando el derecho de la pareja a acordar libremente la disolución del matrimonio. Quiere esto decir que UCD le niega al matrimonio el carácter contractual y le intenta conferir un estatus de "pieza inalterable" en consonancia con la filosofía cristiana que entiende el matrimonio desde una proyección religiosa: sacramento y célula base de la comunidad. Reconocemos, aquí también, la contraposición de dos fundamentaciones éticas distintas.

3) Las irregularidades en la gestión de televisión y el partidismo ideológico de este organismo en favor de las tesis culturales del sistema -aún más, el apoyo a UCD como opción política- son elementos importantes que terminan por reforzar el círculo ideológico que las clases dominantes desean imponer. Basta recortar las continuadas dimisiones hasta llegar a su óptimo: Robles Piquer.

El control del gobierno, ejercido sin tapujos, sobre la orientación cultural del estado, es tanto más evidente en España cuanto que salimos de un régimen dictatorial en el que los patrones ideológicos, sus costumbres y formas sociales representaban una expresión atávica dentro de la civilización occidental. Basándose en este hecho, las fuerzas continuistas se escandalizan ante cualquier medida, aunque no pretendan otra cosa que la homologación con los principios clásicos imperantes en Europa. De aquí la enorme dificultad de impulsar patrones culturales sustitutivos de los actuales.

Impulsar un sistema cultural cualitativamente superior al actual requerirá, amén de un marco social en proceso de transformación, que las fuerzas progresistas intenten ampliar el espacio democrático. Libertad y solidaridad son los dos conceptos éticos que han de informar del nuevo ordenamiento cultural. Cualquier otro patrón cultural que no rompa con los principios de individualidad y consumismo, base del sistema capitalista, no puede ser considerado una alternativa renovadora y viable ante el sistema establecido.


(1) Entendiendo por Sistema Capitalista Occidental (S.C.O.) las formas, métodos, ritmos y costumbres bajo las que se presenta el capitalismo en los países industrializados.
(2) Una publicidad que ha superado el nivel del mero spot comercial para moverse entre las sutilezas de las campañas que crean la necesidad, ansiedad, por un determinado producto.
(3) Al referirnos aquí a UCD, lo hacemos poniendo la atención en sus declaraciones oficiales. Obviamos las "opiniones medievales" que su sector más conservador esgrimió contra el ministro de justicia Fernández Ordóñez.


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