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Capítulo 8 - Aproximación a la personalidad juvenil - Jirones de la Transición, de Javier Pérez Llorca

Por X. Pérez Llorca
miércoles 17 de julio de 2024, 17:39h
La actitud que los jóvenes mantienen ante la sociedad es siempre tema de permanente comentario, aunque se deba al distinto parecer de las generaciones adultas y las jóvenes acerca de los patrones de la misma sociedad. Máxime en un contexto social en que de un lado la crisis económica amenaza constantemente con la reducción de la capacidad adquisitiva y, de otro, que a lo largo de la transición política no se ha sabido sustituir la concepción ideológica de la dictadura por una nueva filosofía para la libertad. En esta situación, las barreras intergeneracionales se hacen más agudas y la marginación de los jóvenes respecto a la sociedad aumenta.

Hemos comentado en páginas anteriores la dificultad que los jóvenes encuentran ante los patrones culturales establecidos por el sistema y cómo la crisis de valores del propio sistema incide como un factor más en la desorientación ideológica de la juventud. Aunque pueda parecer ocioso poner de manifiesto la actitud distante de la juventud frente a la sociedad -la acracia juvenil, como gusta decir Paco Umbral-, pienso que no está de más recoger algunos datos significativos:

  1. Según la revista "En marcha" (n° 65, diciembre de 1980) en una encuesta (los resultados básicamente coinciden con otros recientes muestreos), tan solo el 55% de los jóvenes aseguran contar con un proyecto de vida. Si nos fijamos en el porcentaje de votantes entre dieciocho y veinticinco años en las elecciones municipales, el resultado es igualmente desolador: 48% de votantes.
  2. La afiliación de los jóvenes en partidos resulta ser del 6,79%.

Buscar las raíces de esta indiferencia social de la juventud es sin duda una tarea compleja. Intentaré centrar el tema en una línea de reflexión que, entiendo, es el tronco común en torno al que se prodigan un sinfín de problemas que inciden en la marginación de la juventud.

Referimos con anterioridad que la actual fase de capitalismo monopolista ha traído consigo la filosofía del consumo en contraposición al capitalismo decimonónico, que se identificaba como referencia ético-filosófica con el "puritanismo". Comentábamos también que este cambio debe entenderse como la adaptación ideológica del sistema a sus propias necesidades determinadas por el desarrollo económico: "fase de industrialización-acumulación de capital-puritanismo-ahorro, sobreproducción-competencia de mercados-consumismo". En el momento presente, nos encontramos en una situación particularmente difícil. El ciudadano medio -por descontado, los jóvenes también- ha sido "educado" para el consumo; ahora bien, el problema se plantea cuando, a partir de la crisis económica agudizada en 1973, los países industrializados se ven en la imposibilidad de seguir permitiendo a sus ciudadanos la carrera sin fin del paraíso del consumo. Ante esta situación, los sectores sociales no dominantes ven comprimida su capacidad de adquisición de bienes. En el caso de los jóvenes, el problema se encona al encontrar, como consecuencia de la crisis, que en el mercado de trabajo difícilmente se ofrece empleo a los jóvenes. La juventud, amén de las diferencias generacionales que la separan de los adultos, se ve marginada de la sociedad por ser un sector con escasa capacidad de presión social ante el sistema. No obstante, estos mismos jóvenes que son rechazados por el sistema han sido formados ideológicamente para consumir. Nos encontramos con una contradicción fundamental: el sistema no sirve. A ojos de la juventud, difícilmente se diferencia el papel que juegan las distintas fuerzas sociales y políticas. He aquí pues una profunda frustración que el joven sufre en un momento u otro al enfrentarse con la realidad de la sociedad en la que vive. Ese momento no ha de ser al fracasar en la búsqueda de trabajo, puede ser ante el fracaso de sus estudios, la imposibilidad de su familia de conseguirle los bienes de consumo apetecidos, etcétera.

¿Cuál es pues la reacción del joven tras esta situación? Para contestar a esta pregunta me resulta muy sugerente el estudio realizado por Amando de Miguel en su ensayo "Los Narcisos (el radicalismo cultural de los jóvenes)". En él, Amando de Miguel, retomando de Freud la idea del narciso como tipo de una determinada personalidad, aporta elementos importantes de valoración sobre la psicología juvenil.

El autor nos habla de "la necesidad" del joven de seguir exigiendo de la sociedad la misma atención que esta le prodigaba siendo niño; es decir, el niño como centro de atención de la familia -de los padres, a fin de cuentas símbolos sociales- ya cuando se convierte en adolescente, teniendo enfrente a una sociedad que no le regala su atención, desea íntimamente seguir manteniendo su anterior estatus. Es aquí cuando podemos hablar del narcisismo en la juventud. Esta necesidad que siente el joven de "acaparar" la atención de la sociedad se manifiesta bajo dos formas: la actitud del pasota y la del joven radicalizado (incluso el terrorista). Juan Luís Cebrián, en su libro "La España que bosteza", nos radiografía esta actitud de la juventud: "La creciente radicalización de los jóvenes a izquierda y derecha, pero sobre todo a la derecha, el aumento de las bandas fascistas en la universidad, el reclutamiento de los terroristas de uno y otro signo entre los sectores juveniles y casi infantiles de la población, el desistimiento o absentismo ante las urnas pese a haberse rebajado la edad del voto, son cosas que no se pueden desligar del hecho de que las Cortes Constituyentes se olvidaron en alguna medida de que existía el pueblo".

El "pasota" es la concreción mayoritaria de los jóvenes narcisistas. Sin embargo, tendríamos que ponernos de acuerdo en quién es un pasota. Hoy hablamos de pasotismo, crisis y desencanto y, muchas de las veces, para significar situaciones distintas, son los términos al uso lo suficientemente degradados como para no tener un concepto preciso tras de sí. Conviene aclarar que cuando a lo largo de estas páginas se hable del término "pasota" quiero significar con ello el comportamiento de aquellos jóvenes que buscan en la actitud hedonista, individual, su autosatisfacción, al mismo tiempo que rechazan el sistema establecido. Desde su óptica habremos de incluir a la familia, los sindicatos, los partidos, las universidades, todo tipo de agrupación social. Mantienen, sin embargo, una postura indiferente o no beligerante. A mi modo de ver, es incorrecto utilizar este término para identificar a cualquier joven por el hecho de serlo o de utilizar un vocabulario que no encaje en la ortodoxia cultural del sistema. Para ejemplificar este equívoco, nos podemos referir al enfoque que se le dio al tema del pasotismo en el programa de TVE "Su turno", emitido el 7 de enero de 1981, dirigido por Jesús Hermida en el que, como "representante pasota", se nos presentó a un joven, Juan José García Espartero, con una trayectoria de trabajo en el campo del asociacionismo juvenil y de las reivindicaciones de las libertades. Yo no calificaría esta trayectoria de "pasota".

Conviene apuntar la exteriorización del joven pasota: sus costumbres, su forma de vestir, de hablar, de consumir. Su comportamiento social es el medio de ganar esa atención que el adolescente reclama del sistema que, por otra parte, encuentra en esta actitud la forma de comercializar unos bienes de consumo específicos: música, ropa, incluso droga. El comportamiento pasota no nace como un medio aceptado conscientemente para atacar al sistema. En la anteriormente citada encuesta de "En marcha" (diciembre, 1979) se recogen las acciones de protesta que los jóvenes suscribirían:

Manifestación pacífica 75,07%
Huelga política 8,43%
Acción violenta 5,62%
Pegada carteles, pintadas 4,51%
No contesta 6,37%

Estos datos nos vienen a confirmar que no es cierto que los jóvenes sean partidarios de posturas violentas. Del total de jóvenes, aquellos que pasan tampoco se caracterizan por ser violentos. No confundamos nuevamente al "pasota" con cualquier delincuente que asalta navaja en mano.

El narciso también se puede manifestar a través de la actitud violenta frente a la sociedad como forma de llamar su atención. Esta segunda manifestación del narciso puede cristalizar en un sinfín de formas antisociales: delincuente, terrorista, gamberro, etcétera. En cualquier caso, los narcisos que consiguen satisfacer con este medio su exigencia frente a la sociedad son minoritarios frente a la fórmula pasota. Bernard Vincent nos dice: "Pero el rasgo más significativo de la delincuencia -y que la vuelve una acción religiosa- es su fatalismo: el anhelo secreto del delincuente es ser apresado, castigado y fichado es llamar la atención de la sociedad mediante la carrera del vicio y forzarla a que lo reconozca cualquiera que sea la forma de este reconocimiento"(1).

Ante este comportamiento psicológico, el medio social viene a intentar rentabilizar estas formas de ser: el pasota es, comercialmente hablando, un mercado específico, a la par que su "pasotismo" hacia el sistema no supone ningún problema para la sociedad establecida. Al contrario, resulta positivo para las clases dominantes la creación de "guetos" culturales donde encerrar las frustraciones que produce el sistema.

De la lectura del comportamiento de los narcisos podría desprenderse la idea de que esta forma de ser tiene su origen en una concepción filosófica tremendamente individualista. He intentado dejar claro que entiendo la existencia del fenómeno narcisista como el resultado de una profunda frustración que invade al joven cuando este choca con el sistema y no como el resultado de una voluntad insolidaria "per se". Resulta interesante referirnos a algunas conclusiones del estudio realizado a iniciativa del Ministerio de Cultura(2):

"Tan solo el 1% de los jóvenes de la clase social alta fundamentan su vida en el yo, en el sí mismo. 5% de los de la clase media alta, 7% de los de escuelas profesionales, 11% de la clase media baja y 11'5% de los marginales. Sabíamos que las filosofías existencialistas y personalistas no se distinguían por su vigencia entre nosotros, pero nunca pudimos sospechar que aquella generación joven, particularmente en las clases sociales altas, tuviera tan poco aprecio de su yo, de su sí mismo como propio fundamento de la vida. En anteriores apartados hemos empezado a observar excesivas generalizaciones en la valoración de sí mismo. He aquí la prueba definitiva. Lo importante, diríamos que lo trágico, de estos datos es que la vida de estos jóvenes se apoya fuera de sí mismos, exponiéndose al intercambio de fundamentos exteriores".

Estos datos no vienen sino a confirmar hasta qué punto la sociedad establecida es incapaz de llegar a la juventud. Una juventud que no es ni mucho menos antisocial, sino que no encuentra en los colectivos sociales existentes un atractivo que los hagan merecedores de su confianza. De aquí que, a los ojos de los jóvenes, gobierno y oposición, patronal y sindicato, universidad, escuela, familia, son partes integrantes de un mismo sistema que no tiene nada que ofrecerles.


(1) Bernard Vincent: "Paul Goodman o la recuperación del presente", pág. 132, Editorial Kairos.
(2) "La Juventud como es"; Estudios ISAF, 1981.


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