Desde que en 1975 publicara “La verdad sobre el caso Savolta”, Eduardo Mendoza Garriga (Barcelona, 1943) no ha dejado de escribir para compartir con los lectores una ingente producción literaria que abarca géneros que van del ensayo a los relatos breves, pero su hábitat como escritor está situado indudablemente en la novela.
Es con este género con el que alcanza el éxito y el reconocimiento de la industria editorial y de la crítica. Y no es una afirmación gratuita: Premio Planeta (2010) para su novela ‘Riña de gatos’; European Book Prize (2013), Premio Franz Kafka (2015) y, como colofón, Premio Miguel de Cervantes (2016) son galardones que jalonan una carrera que está a punto de cumplir 50 años de obra publicada.
En una entrevista en el diario ‘El Mundo’ (Vanessa Graell, 24 de enero de 2024), Mendoza confiesa que el primer sorprendido con su última novela es él mismo. No en vano había anunciado que después de “Transbordo en Moscú (2021) no volvería a publicar puesto que”… estoy en el s. XXI como un invitado a una fiesta que no es la mía.” Pero, afortunadamente para los lectores, tal reflexión no se tradujo en realidad ya que, respondiendo a la pregunta de cuándo decidió volver a escribir, luego de la anterior afirmación, dijo: “… ¡al día siguiente!”
Incidiendo en las claves de su éxito, el propio autor nos sugiere una explicación que comparto en su totalidad: “…mis personajes. Creo que todos son iguales. Siempre son unos desgraciados, unos marginados, unos extraterrestres…” Precisamente esta cercanía a la realidad más descarnada, tratada con un estilo lleno de humor y ternura, dignificando el esperpento de lo cotidiano, explicaría la grandeza de un escritor que se califica a sí mismo con la naturalidad exenta de dobleces que definen a sus personajes: “Si no fuera tan modesto, diría que yo he contribuido a que el humor volviera a su sitio en la librería, junto a los libros normales y no en una sección de desechos.”
TRES ENIGMAS PARA LA ORGANIZACIÓN (Seix Barral, 2024) Lo habitual en cualquier novela de misterio e intriga es que sea protagonizada por un o una investigadora en busca de resolver el caso en cuestión…pero eso no es lo normal en Mendoza. El escritor plantea una trama lo suficientemente enrevesada e inverosímil para que necesite de la atención no de uno sino de ¡nueve! entregados detectives que, dirigidos por El Jefe de la Organización, ente secretísimo por otro lado, pretenden resolver tres misterios que en principio no tienen nada que ver los unos con los otros. O sí…
A tal importantísima misión dedican sus esfuerzos los integrantes del grupo que conforman Monososo, Buscabregas, la Boni, la señora Grassiela, el Nuevo, el taxista, Pocorrabo…en fin, las fuerzas vivas de la Organización hábilmente tutelados por el Jefe para conseguir (o no) encajar las piezas de un puzzle de muy difícil resolución…
Finalizada la lectura de Tres enigmas para la Organización no puedo más que darle las gracias a Eduardo Mendoza por haberme hecho pasar unas jornadas lectoras totalmente reparadoras, por lo divertido de la novela, después de las últimas obras leídas de temática histórica que, en no pocas ocasiones, provocan al lector reflexiones que complican el placer de la lectura por la lectura. Y no es que Mendoza no sea profundo: dejo a los avezados lectores empedernidos el descubrir, a través de sus personajes, lo que opina Mendoza de Barcelona, la ciudad en la que habitan sus enigmas, de los servicios públicos e instituciones…solo hay que “escuchar a sus criaturas” para interpretar ¿algo? a Mendoza. Por si alguien se pregunta qué piensa de su legado como escritor, tal vez las palabras de El Jefe, dirigidas a Buscabregas, nos ilustren sobre el particular:
“…el tiempo pasa con increíble celeridad y si uno ha sabido enriquecer su entendimiento con lecturas sustanciosas, viajes instructivos y serenas reflexiones, al final recibe la recompensa del sabio, que consiste en comprobar que todo lo aprendido es inútil, toda experiencia es tardía y toda vida es de una vulgaridad sin paliativos”. Mendoza dixit, lector@s empedernid@s. III