Estas últimas semanas hemos visto por televisión una campaña institucional que recogía una de las grandes preocupaciones por todos conocida: el consumo de pornografía.
El mensaje central era: “el 90% de los adolescentes consume pornografía, iniciando su consumo desde los 8 años. Aún así, el 90 % de los padres y madres cree que sus hijos e hijas no ven el porno”.
Esta realidad que día a día se va incrementando, no sólo se puede combatir desde los medios de comunicación, implica una seria responsabilidad del núcleo familiar y, colateralmente, de instituciones educativas. La sexualidad no puede plantearse sólo desde la perspectiva del placer, debe venir acompañada de una visión integral, es decir, la sexualidad debería fundamentarse en otros resortes, también importantes, como son la responsabilidad, el compromiso, el respeto, la estabilidad y, por supuesto, el amor.
Convertir el uso de la sexualidad en compartimentos estancos es una forma de autoengañarnos. NO podemos despojar la sexualidad de una mirada global e integral sobre las personas y sus relaciones interpersonales. Consumir sexo exclusivamente como placer es la peor estrategia educativa en la dignificación de las relaciones hombre/mujer. Especialmente quisiera destacar que la parte más perjudicada y dañada es la mujer, al ser considerada como un objeto sexual, donde sus sentimientos, emociones y libertad son aniquilados.
El consumo de pornografía no sólo puede combatirse con frases y eslóganes, deberíamos ser más valientes y osados para dificultar su acceso a las innumerables y lucrativas páginas de internet. Sus cuantiosos beneficios económicos no pueden pasar de largo, su consumo entre los adolescentes y … adultos no debería reducirse sólo a una campaña publicitaria. Desde la familia, los colegios y las instituciones gubernamentales, reducir o hacer desaparecer el consumo pornográfico debería ser una prioridad educativa. La relativización de la sexualidad es el germen en todas sus distorsiones y desviaciones. Hagamos entre todos, que esta “lacra” pueda ser corregida desde una concepción de la sexualidad que integre el cuerpo y el amor, el placer y la responsabilidad.
La cultura predominante no ayuda demasiado en la reconstrucción de todo lo que la pornografía destruye y arruina. La naturaleza humana debe ser educada y orientada en la recta mirada sobre la sexualidad y sus consecuencias. III
“¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ” (1Co 6,19 4, 7)