Isaac Asimov nos hizo imaginar un mundo donde los robots realizaban la mayor parte de los trabajos. Es una utopía moderna en la que máquinas trabajen por nosotros, y nosotros podamos dedicar nuestro tiempo a otras actividades más placenteras. Sin embargo, en nuestro mundo, donde la automatización aún no ha alcanzado esos niveles y la productividad sigue dependiendo de personas y no de robots, reducir la jornada laboral exige, como mínimo, cautela.
El Partido Popular, con un toque de realismo, ha lanzado una propuesta que suena menos a ciencia ficción y más a un esfuerzo equilibrado entre los beneficios de la reducción de jornada y la viabilidad económica.
Feijóo, en su planteamiento para una Ley de Conciliación, introduce la “flexibilidad laboral” como uno de los pilares clave, lo cual podría permitir que algunas empresas y trabajadores, mediante acuerdo mutuo y en sectores específicos, opten por una semana de cuatro días. Eso sí, manteniendo siempre el nivel de productividad que sustenta la economía. No se trata de imponer, sino de dar opciones. Además, en una entrevista en ‘Vanity Fair’, Feijóo dejó entrever una idea que parece más aterrizada: una semana laboral de cuatro días, pero con la posibilidad de trabajar nueve horas diarias, acumulando así el mismo total de horas. Claro, esta propuesta solo sería aplicable donde las empresas y los trabajadores acuerden los términos.
Nada de imposiciones, ni del Gobierno ni de ninguna de las partes. Este enfoque, irónicamente, no suena tan futurista ni idealista, sino más bien pragmático. ¿Es deseable reducir la jornada laboral? Claro que sí, ¿quién no querría menos horas de trabajo? Pero ¿es viable económicamente para todas las empresas y sectores? Ahí está el detalle.
La propuesta del PP busca una “conciliación moderada”, donde se respete la autonomía de cada sector y se analice la viabilidad antes de tomar decisiones que puedan poner en riesgo el empleo. Aunque quisiéramos que los robots de Asimov se encargaran del trabajo, de momento, la economía necesita de trabajadores humanos que, al menos por ahora, sigan dedicando buena parte de su tiempo a mantenerla en marcha. Obviamente, el futuro no está escrito y algún día puede que este ideal sea posible. III