Un estudio del IDIBELL y el HUB ha identificado el gen LHX1 como un factor que dificulta la recuperación de riñones trasplantados. Este hallazgo abre posibilidades para desarrollar tratamientos que mejoren la función reparadora de las células progenitoras renales y prevengan complicaciones postrasplante.
Los trasplantes de órganos son un procedimiento complejo, tanto en el quirófano como después. Al ser una intervención relativamente invasiva que provoca un daño en el cuerpo, es muy habitual que haya secuelas en el proceso de recuperación, que pueden llegar a complicarlo o ralentizarlo. Siempre que se trasplanta un órgano, se produce un daño llamado lesión por isquemia y reperfusión, cuyo grado depende de varios factores asociados a las características del donante o el tiempo de conservación previo a la operación.
Pero estas secuelas no son permanentes, y el propio organismo trabaja en su recuperación. En el caso de los trasplantes de riñón, entran en funcionamiento las células progenitoras renales, que se dividen y se convierten en otro tipo de células para lograr reparar el tejido dañado. Sin embargo, a veces este proceso puede presentar complicaciones, dando lugar a una patología conocida como función retrasada del injerto renal, que afecta a uno de cada tres trasplantes y acarrea varias consecuencias negativas. Además de alargar el periodo de recuperación postoperatorio, dispara las posibilidades de que el cuerpo rechace el órgano trasplantado y reduce la duración del nuevo órgano.
Aunque ya se conoce la existencia de esta complicación, todavía no hay ningún tratamiento, por lo que la investigación en este campo está a la orden del día. Y de ello se han estado encargando el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) y el Hospital Universitario de Bellvitge (HUB), que han colaborado con el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y el Hospital Infantil Meyer de Florencia para indagar en las causas y prevenciones de esta secuela renal.
El estudio ha descubierto el gen causante
De esta colaboración ha nacido un pionero estudio, publicado en la mayor revista del mundo en la disciplina de los trasplantes, American Journal of Transplantation, que ha descubierto un mecanismo clave para la recuperación total de la función del riñón tras recibir un trasplante, centrándose en la causa detrás de los casos en el que las células progenitoras renales no son capaces de reparar estos tejidos dañados. Según los resultados del estudio, si la propia lesión de isquemia es grave, provoca cambios en las células progenitoras que dificultan su acción reparadora. La investigación ha identificado a un gen llamado LHX1 como principal sospechoso y culpable de esta complicación.
A raíz de este hallazgo, el estudio ha analizado epigenético del genoma de células progenitoras aisladas de la orina y los riñones de varios donantes y personas que han recibido un trasplante renal. Este tipo de análisis tiene en cuenta las modificaciones en el material genético que se producen al interactuar con diversos factores externos, por lo que ha sido clave para determinar los efectos de este gen LHX1 en el funcionamiento de las células encargadas de reparar el tejido del riñón. Gracias a este estudio, el campo de investigación está más cerca de encontrar nuevos tratamientos preventivos para evitar realizar una diálisis después de un trasplante de riñón.
Una puerta hacia el tratamiento
Bellvitge ha sido una de las grandes fuerzas detrás de la investigación, liderada por el Dr. Josep M. Cruzado, jefe del Servicio de Nefrología del HUB y jefe del Grupo de Investigación en Nefrología y Trasplante Renal del IDIBELL. Junto a él, también ha liderado el estudio la Dra. María Berdasco, líder del Grupo de Investigación en Terapias Epigenéticas del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras.
“Este trabajo no pretende evitar directamente el daño de los tejidos”, ha aclarado el Dr. Cruzado, “sino más bien proteger estas células reparadoras y potenciar su funcionamiento”. Por su parte, la Dra. Berdasco ha asegurado que este primer acercamiento es solo una puerta que se abre a “nuevas perspectivas” como una herramienta para “llegar a desarrollar terapias epigenéticas que puedan prevenir de forma muy efectiva los posibles fallos renales derivados de un trasplante”.