El indio Gukesh Dommaraju se ha coronado campeón del mundo de ajedrez. Lo ha conseguido con sólo 18 años, entrando con derecho propio entre las leyendas del juego ciencia.
Singapur, 12 de diciembre del presente año. El campeón vigente, el chino Ding Liren, y el aspirante, el indio Gukesh Dommaraju, se presentaban a la última partida del Mundial empatados a 6,5 puntos, con la vista puesta en que esta acabase en tablas y en el escenario previsible de que todo se decidiese en el desempate a partidas rápidas, donde Ding era ligeramente favorito. Sin embargo, pese a que Gukesh llevaba las piezas negras, este agudizó un final árido y el astro chino cometió un error fatal. Gukesh, entonces, se llevó las manos a la cara y no pudo evitar romper a llorar: ¡era el nuevo campeón del mundo!
Esta es la parte visible para el gran público que, como en los icebergs, esconde la verdad. Así que, con su venia, vamos a retroceder a la Barcelona de 2019, donde el joven Guki se medía en los tableros del Open de Sants con adultos que habían alcanzado la maestría antes de que él naciese.
Recuerdo, como si fuese ayer, aquella primera vez que le vi jugar. El talento indio estaba bordeando la zona noble del torneo, sentado en la posición del loto, los pies suspendidos a dos palmos de sus zapatillas, pareciera que levitase. No hacía falta ser muy listo para ver en él a una estrella del futuro, pero el camino que le esperaba era muy duro. “Su madre y yo somos conscientes de que ha sido bendecido con un gran talento, pero dar la vuelta al mundo con él supone un gran esfuerzo para la familia. Los vuelos constantes son caros, los hoteles son caros, la vida es cara… y, aunque sea el más fuerte de su edad, pasarán años hasta que pueda competir con los profesionales por premios económicos. Soy médico, no podemos seguir mucho tiempo así, pero mientras tengamos fuerza mi esposa y yo nos esforzaremos para nuestro hijo tenga una oportunidad en la vida”, me confió Rajini, su padre. En ese torneo, tras haber conseguido 2 de las 3 normas de gran maestro en torneos precedentes, Guki aspiraba a conseguir la titulación, a ser el gran maestro más joven de todos los tiempos. No lo consiguió, se quedó a las puertas.
Pero la historia la escriben los que perseveran. Guki consiguió ser el tercer gran maestro más precoz de la historia, que no es poco meritorio y, participando en los principales torneos españoles (entre ellos El Llobregat Open Chess Tournament, donde dejó huella en el corazón de los organizadores por sus cualidades humanas), fue escalando puestos en el escalafón internacional. Entre otros méritos, se convirtió en el tercer gran maestro más joven en sobrepasar los 2700 puntos de Elo internacional, entrando en la élite del juego-ciencia.
Y aquel niño nacido en Chennai, que aprendió a jugar a los 7 años, se nos hizo hombre (acaso un jovencísimo hombre, cuya barba perfectamente recortada da apariencia de mayor edad), educado y elegante, muy alegre en las distancias cortas, tan amado por los aficionados como el anterior campeón, pero con un estilo muy diferente. Miro, haciendo un ejercicio de retrospectiva, y veo que las cualidades que ahora se requieren en la élite son diferentes a aquellas con las que me he criado, tal como me indicó el icono Miguel Illescas. Las nuevas generaciones, entre ellas Gukesh, son la fuerza del algoritmo, de las jugadas antitemáticas que someten el entendimiento global a la tiranía del cálculo. Corren malos tiempos para la mente holística, la precisión implacable es marca de identidad de este mundo nuevo.
Tenemos, entonces, un nuevo campeón que aporta cálculo, valor y juventud, además de seguir la línea de tener un carácter ejemplar. El título, en definitiva, queda en buenas manos.