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La desgarradora confesión de una mujer de 91 años de Cornellà: 'Ojalá alguien llamara a mi puerta'
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La desgarradora confesión de una mujer de 91 años de Cornellà: "Ojalá alguien llamara a mi puerta"

viernes 14 de febrero de 2025, 11:00h
El programa de la Generalitat de Cataluña 'Comunitats contra l’Aillament Social’ se está desplegando con éxito en cinco municipios del Baix y en L’Hospitalet. Voluntarios y personas que viven solas de forma forzosa interactúan como binomios para reabrir la puerta que conecta con la sociedad.

A veces pienso: ojalá alguien llamara a mi puerta”. És la brutal confesión de Roser Baiget, de 91 años y usuaria del programa Comunitats contra l’Aïllament Social, una iniciativa del departament de Drets Socials que se está desplegando por el Baix Llobregat y L’Hospitalet a través de Casals Cívics i Comunitaris de Catalunya, equipamientos también dependientes del Govern de la Generalitat. Se trata de dar una respuesta a la soledad no deseada. “Y que no únicamente sufre gente mayor”, advierte la coordinadora del programa, Mar Ariño. “Atendemos a personas de diferentes edades que puedan estar en situación de soledad no deseada y realizamos un acompañamiento personalizado” a todas y cada una de ellas.

El programa, que opera desde L’Hospitalet, Vallirana, Molins de Rei, Sant Vicenç dels Horts, Sant Boi y Cornellà, está vigilante ante cualquier aviso o alerta que provenga de servicios sociales, del CAP, de la tienda del barrio, del instituto... y trabaja sobre la base de un binomio: el formado por un usuario o participante y un voluntario. Roser, una persona mayor que vive sola, es el 50% de uno de estos operativos en Cornellà. La otra mitad és Carolina Olivero, la voluntaria. Las dos mujeres se ven los martes. Hablan y aprenden una de la otra. “Nos lo pasamos muy bien”, expresa con alegría Roser. “Aprendo mucho de ella- añade Carolina- porque Roser ha vivido mucho”.

Roser (izquierda) y Carolina Olivero
Esta joven voluntaria decidió apuntarse al programa guiada por un gesto de rebeldía ante una sociedad en exceso atomizada, “muy individualizada”. E impulsada también por una pregunta interior: “Puede que cuando yo sea mayor esté sola y ¿no me gustaría que alguien hablara, se preocupara por mí?”. razona la voluntaria.

Soledad y compañía

Pero Comunitats contra l’Aïllament Social no pretende únicamente poner en contacto a la persona que sufre soledad no deseada con otra que le brinda su compañía. El objetivo último es utilizar esa mano amiga como puerta de entrada a la comunidad. Y hacerlo de manera individualizada. Si el usuario es un adolescente, es probable que el camino seguido sea el de acercarlo a las entidades deportivas, culturales, juveniles de su barrio.

Si el ‘acompañado’ pertenece a una franja generacional mayor, se estudiarán sus intereses o capacidades para llamar a la puerta o entidad más compatible. En este sentido, Mar Ariño explica que el acompañamiento que pretende llevar a cabo el programa consiste “en un proceso socializador porque se trata de hacer red, de reconectar con la red” del entorno más próximo al participante. Queda claro que la soledad no deseada no sólo castiga duramente el alma de los mayores, también es implacable “con los jóvenes que viven procesos de migración y con personas de cualquier edad que padecen enfermedades físicas, mentales, con adicciones…” continúa Mar Vidal, la coordinadora en el Baix Llobregat de esta iniciativa de la Generalitat.

Nadie escapa a la amenaza

¿Qué significa exactamente la soledad no deseada? “Es el desajuste entre las expectativas y la cantidad de las relaciones que tienes”, responde esta técnica. Nadie escapa a esta amenaza. La soledad existencial se adhiere a todos y cada uno de nosotros en algún momento y siempre resulta difícil salirse del bucle.

Durante la adolescencia o la vejez, por ejemplo, ese sentimiento de desconcierto ante el acantilado vital es cuando más corre el riesgo de acentuarse. Que los afectados acaben subiendo unos escalones más y se vean abocados al sufrimiento es lo que más preocupa a los responsables del programa. Cuando la situación personal se complica y nuestro enlace cognitivo y emocional con el resto se deteriora, cuando la tristeza nos embarga, es la señal inequívoca de que la soledad no deseada ha hecho entrada en nuestras vidas.

Un hueco en las conversaciones

Afortunadamente, y de la misma manera que la salud mental, la soledad no deseada se está haciendo un hueco en la conversación pública. Y está en la mirilla de las administraciones como confirma la puesta en marcha de políticas públicas. La responsable del Casal de Sant Ildefons de Cornellà, Lali Arús, avisa de que la soledad no deseada “se siente, pero no se ve” y propone coordinar al máximo la acción conjunta de todas las administraciones para facilitar la respuesta a aquellos que necesitan escuchar que alguien llama a su puerta, como reclamaba Roser, la participante en el programa. “De hecho, no queda claro a veces a qué puerta llamar”, se lamenta la responsable del casal. El programa Comunitats contra l’Aïllament Social cuenta en L’Hospitalet con once participantes y dos voluntarios en L’Hospitalet y en los municipios del Baix Llobregat con cuatro participantes y cinco voluntarios. Cifras que complementan los múltiples programas e iniciativas que se impulsan desde la comarca, especialmente activa en esta ofensiva contra la soledad no deseada. Es un buen principio. III



Más solos en las ciudades
Según el Barómetro de la soledad no deseada en España 2024, un estudio realizado por Fundación ONCE y Fundación AXA, una de cada cinco personas mayores de 75 años (un 20% del total del colectivo) se ve inmersa en nuestro país en una situación de “soledad no deseada”, una desagradable circunstancia que se acentúa en las grandes ciudades, donde el índice alcanza el 25,1% (lo que supone que afecta a una de cada cuatro personas mayores). Además, más de una de cada tres personas que ya no se sienten solas (36,6%) pasaron por una etapa en la que se sintieron bastante o muy solas. El mismo barómetro también revela que ni siquiera las omnipresentes redes sociales alivian en estas situaciones la soledad forzosa, porque solo un tercio de los españoles con más de 75 años de edad utiliza internet a diario.
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