Antes de la Guerra Civil española el gobierno republicano hizo diversos intentos por impulsar la instrucción pública laica -con la poderosa influencia krausista- que, a través de la Institución Libre de la Enseñanza, se plasmó en las reformas del cuerpo de Maestros y en las Escuelas Normales de Magisterio. En una de ellas, en Lérida, se conocieron dos estudiantes. Uno de ellos, Bartolomé García Subirá, de Benavent, procedente de una familia numerosa campesina que vio capacidad intelectual en él para hacer carrera eclesiástica con los jesuitas. Al desistir probó en Magisterio y allí contactó con Josefa Huguet, de Guissona, de familia menestral y comerciante. De esta unión nació Teresa García Huguet, en el mismo edificio de la calle Cervantes número 10 de Sant Boi donde por muchos años existió el Colegio Llobregat, propiedad de sus padres, y por el que pasaron centenares de alumnos locales con buen aprovechamiento en general.
Teresa García Huguet, técnica superior de gestión de la Generalitat de Cataluña, abogada y maestra nos irá explicando las vicisitudes de una escuela familiar con aquella urgente necesidad de escolarización de la población infantil de la posguerra, donde faltaba de todo y escaseaba la educación pública. Las familias lo afrontaban con la ayuda de las academias libres que preparaban a sus alumnos para los exámenes oficiales.
¿Cómo fue la venida de tus padres a Sant Boi?
La primera en venir fue Josefa, mi madre, que consiguió una plaza de maestra de párvulos en el Ateneo Santboyano. Al estallar la guerra, mi madre estaba bien relacionada y permaneció en Sant Boi hasta dando clases particulares, hospedándose en una residencia de la calle Raurich. Al acabar la guerra, que pasaron separados, mis padres se reunieron en Sant Boi previamente casados y fundaron el Colegio Llobregat, acogiéndose a la normativa vigente. Un tiempo después nacería yo en los bajos del edificio, escuela y vivienda, con comadrona y en la propia ciudad, cosa extraña hoy en día.
¿Cómo eran tus padres?
Mi padre era buen mozo y le llevaba tres años a mi madre. Se casaron enamorados en una época difícil. Hay que tener en cuenta la unión de dos profesionales con el mismo título, trabajando en empresa propia, en el período post-bélico con carencias de todo tipo y venciendo dificultades administrativas y de hostilidad ambiental.
Retrato robot de tu padre...
Mi padre era conservador y muy religioso, bien formado para impartir la enseñanza. Muy austero y con sentido de la justicia. Severo, si se quiere, pero era también el signo de la época. Buenos contactos con el astrofísico Oró (NASA). E hizo de cicerone en el psiquiátrico femenino en muchas ocasiones para grupos escogidos.
Retrato robot de tu madre...
Mi madre era una feminista avant lettre, agnóstica y procedente de una familia de Guissona de comerciantes y artesanos con rasgos muy peculiares, que aún se mantienen. En los Huguet, los hombres cuidan de sus hijos, les gusta siempre “hacer obras” y son buenos negociantes. Mi madre murió joven a los 54 años de un ictus. Malograda así la relación madre-hija, que hubiera sido mejor.
¿Otros parientes significativos?
Sin dudarlo, mi abuelo materno Pere Huguet Porta, ebanista reputado y cultivado. Fue jefe de ERC en Guissona y alcalde por un día. Acabada la guerra, represaliado y escarnecido a la vergüenza pública. Años después, ya indultado, se trasladó a Barcelona, rehízo su actividad y frecuentó la tertulia dominical del famoso notario Roca-Sastre. Mis abuelos jugaron un gran papel en mi educación sentimental, pero yo descubrí que les cuesta jugar con los niños. Esta evidencia me hizo descartar tiempo después ya adulta una futura adopción. Hay que poder jugar a gusto con los niños.
Te educaste con tus padres...
Sí, hice buena parte de la primaria con mis padres (yo empecé a hablar a los tres años pero tengo una memoria fotográfica). Tocaba el piano y me obsesioné con la mecanografía que tecleaba a escondidas. Lógicamente yo debía dar ejemplo a los otros alumnos. Tengo recuerdos dispersos y gratos de actuaciones de teatro y canto infantil, pero ambos me trataban con mucha exigencia. No podía defraudarles. En este tiempo, mis padres habilitaban en el piso superior del edificio dos habitaciones-aulas: los niños en una habitación y las niñas en la otra. Aprendían de mi padre (niños) y de mi madre (niñas). Veníamos a ser unos 50 alumnos. Había un gran patio con un árbol central y en los bajos vivíamos nosotros. Todo muy próximo.

Das a entender que no estudiaste siempre en vuestro colegio.
No, mis padres conocían sus limitaciones y se plantearon enviarme a las Teresianas, con fama de elitistas, pero las descartaron por “poco profesionales”. Al final se decidieron por el Colegio San Agustín de Barcelona y residí con mis abuelos maternos. También veraneaba en Guissona, allá con mis primos pasé momentos muy felices.
Te educabas y educaste en El Llobregat, cuéntanos la diferencia
El Llobregat era un colegio asequible, recordemos el Sant Boi de 10.000 habitantes que conocieron mis padres, al que de los años 50 a los 70 se le multiplica por seis la población. La escuela de mis padres, con su medio centenar de alumnos, cobraba poco. En ocasiones recuerdo a mi padre haciendo precios especiales o concediendo la gratuidad o exenciones y rebajas. Recuerdo a una madre puesta de rodillas y llorando, implorando la admisión o continuidad de su hijo sin poder pagar de entrada la cuota. Bien es cierto que, con el tiempo, surgieron más academias (entre cinco y siete) que preparaban para las pruebas oficiales. Pero el Colegio Llobregat mantuvo siempre buena fama y disciplina. Como prueba del aprecio, mi padre tiene una calle con su nombre.
Hubo protestas y dificultades de funcionamiento en la academia familiar...
Las hubo. Pensemos que la enseñanza de las órdenes religiosas no tenía en general un gran nivel. La mayoría de sus enseñantes no contaban con titulación oficial. Por el contrario, el control y las inspecciones a nuestro centro se ejercían con cualquier pretexto. Se produjo un cierre escolar porque carecíamos de puertas separadas para que niños y niñas no se mezclaran en las entradas de la escuela. Hubo que hacer una puerta extra y conseguir levantar el castigo (por una denuncia) con las necesarias influencias de la época. Intervino hasta un conde. Siempre existieron presiones y críticas, pero seguimos funcionando con una práctica co-educación. Tal vez por la condición de pareja de maestros de mis padres y ser escuela y también residencia de los mismos. Todo mezclado. Los inspectores, sabían discernir el grano de la paja.
¿Existe alguna Asociación de ex-alumnos?
No existe como tal, aunque sí se habló de hacerla años antes, sin concretar. Mis padres son recordados en positivo y algunos ex-alumnos brillantes venían a consultarle o simplemente a visitar a mi padre, en agradecimiento.
Actualmente en Cataluña los informes PISA nos colocan muy abajo en comprensión lectora y matemáticas...
Fui destinada en la Consellería d’Ensenyament como técnica un tiempo. Puedo decir que cuando mi padre enseñaba, la jornada escolar era de 9 a 12 h. y de 15 a 18 h. A primera hora mi padre daba una hora de matemáticas a diario y un día a la semana daba geometría. Y por la tarde, a diario, una hora de lenguaje. Yo tengo el título de maestra. Di clases y sé valorar. No digo más.
¿Te sentiste obligada a ser maestra?
Digamos que se esperaba esto de mí, y lo fui. Antes, ya con título, pasé por el obligatorio Servicio Social de la Sección Femenina, en la Escola de la Dona. Éramos 200 chicas tituladas. Pasamos un mes internadas a pensión completa en el Colegio Jesús María de Sant Gervasi. Recuerdo detalles lujosos, sábanas de hilo bordadas, cubertería de plata… Allí coincidí entre otras con Dolors Bramon, la que fue catedrática de Semíticas y esposa de Ernest Lluch.
¿Seguiste de maestra?
Un tiempo más, pero consideré las oposiciones a otras profesiones y soy perseverante. Saqué plaza en la Seguridad Social, estuve en el ambulatorio de Manso y después, ya con el titulo de Derecho, oposité al Cuerpo Superior de Gestión de la Generalitat, conseguí plaza y estuve en tres conselleríes distintas, en algunas iniciando temas traspasados por la administración central. Seguí el tema del colegio, que cerró en 1970. Mi padre, viudo y excedente, consiguió plaza en una Escuela Ntal. de la calle del Carmen de Barcelona, encarando la jubilación con un cierto desencanto religioso. Yo ya vivía en Barcelona.
Acabando, tus aficiones...
Me gustaba el tenis, conducir y la ópera con mis amigos abonados al Liceo. Francia es un país de mi interés.
Teresa García Huguet, maestra, abogada y funcionaria, una mujer hija de unos padres maestros de la primera promoción de maestros republicanos, que tras formarse en Lérida, ejercieron con libertad la docencia en S. Boi, creando su propia empresa, en un ambiente difícil combatiendo la ignorancia y la falta de instrucción de muchos desplazados rurales a las grandes ciudades. No está nada mal. III

“Recuperé el edificio con esfuerzo tras unas reformas importantes” |
Naciste en Sant Boi, viviste en Barcelona y fuiste muy feliz en Guissona ¿Qué significan ahora para ti?
El Sant Boi actual es diferente de aquel antiguo, que hasta hacía esquellots a los viudos que se recasaban. Ahora el buen vecindario antiguo aún se reconoce y saluda. Pero hay muchos forasteros y gran desarraigo y en esto se parece a Guissona un pueblo historiado con un 1/5 de extranjeros, pero con la ventaja de que el Área Guissona Cooperativa extiende su manto a todas las actividades desde la banca, súpers, mataderos, gasolineras, hoteles… y sin paro. Sant Boi tiene la proximidad a Barcelona pero con paro y deficiencias culturales. Barcelona es una atractiva ciudad que tiene de todo, también crecientes problemas. ¿Qué pasó con el edificio de vuestra escuela?
Mi padre lo alquiló al Ayuntamiento de Sant Boi, que lo usó por una cantidad muy baja y con un contrato mal hecho. El Ayuntamiento lo utilizó para diversas funciones y ya en democracia funcionó como Centre de Normalització Llingüística. Yo, a la muerte de mi padre, recuperé el edificio con esfuerzo y ahora lo habito, tras hacerle unas reformas importantes.
|