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Radiografia al Poder (Capítulo 2)

La corrupción tambalea el poder hegemónico del PSC en la comarca

miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
La serie de radiografías sobre quién manda en nuestros municipios continua en EL LLOBREGAT con un análisis del Partit dels Socialistes de Catalunya.
El PSC es la organización hegemónica en nuestro territorio y hace ya 34 años que concentra más poder que ningún otro partido. Una hegemonía que se explica por tener una dirección que ha gobernado el partido con mano de hierro y que no ha permitido que afloren las discrepancias de la línea oficial del PSC
Si el poder puede llegar a corromper es razonable pensar que si es hegemónico y muy prolongado puede corromper mucho más todavía. Desde que hay democracia se han producido en la comarca y L’Hospitalet diversos casos de corrupción que han provocado la dimisión de algunos alcaldes e incluso su condena en los tribunales. Los casos más sonados que abren grietas al bastión socialista de la comarca y L’Hospitalet, con la puntilla de la caída de José Zaragoza por presunto espionaje; son analizados en el informe que ha preparado el periodista Pere Ríos (Sant Boi de Llobregat, 1962). Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB y en Derecho por la UOC, Ríos es actualmente redactor de política del diario EL PAÍS y anteriormente estuvo especializado durante 15 años en periodismo judicial. Ha sido también redactor de tribunales del Avui y del Diari de Barcelona, así como redactor de sociedad durante los años de vida del diario El Observador. Ríos empezó en el mundo de periodismo con sólo 16 años de edad en la revista santboiana La Veu del Poble y ha trabajado en diversas publicaciones comarcales. De enero de 1986 a octubre de 1989 fue corresponsal de EL PAÍS en el Baix Llobregat y L’Hospitalet.

El bastión socialista resiste, pero se grietea

Si existe algún partido hegemónico en el Baix Llobregat desde el restablecimiento de la democracia municipal, hace ya 34 años, ese es el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC).

Los ayuntamientos más importantes de la comarca se mantienen como un bastión de los socialistas y una cantera de cargos públicos y de dirigentes orgánicos, aunque desde hace años han empezado a aparecer grietas con la progresiva pérdida de poder.

Es conocido que Carme Chacón fue teniente de alcalde del Ayuntamiento de Esplugues de 1999 a 2003 antes que ministra de Vivienda y de Defensa. Y que Celestino Corbacho, que llegó a ministro de Trabajo, fue alcalde de L’Hospitalet de 2004 a 2008 o que José Montilla estuvo 19 años de alcalde en Cornellà (de 1985 a 2004) antes de acabar en el Ministerio de Industria, primero, y después en la presidencia de la Generalitat.

Pero esta comarca ha generado también los principales cuadros que han gobernado el PSC en los últimos años. Desde el propio José Montilla, que fue primer secretario de los socialistas catalanes durante 11 años, hasta José Zaragoza, su mano derecha en este tiempo como secretario de organización o más recientemente, Antonio Balmón, que compatibiliza el cargo de alcalde de Cornellà con el de secretario de acción política del PSC.

La hegemonía de los socialistas en la comarca no se explica sin una dirección que ha gobernado el partido con mano de hierro, en el que las discrepancias de la línea oficial del PSC apenas afloraron en público y los cuadros díscolos han ido cayendo y han sido apartados. Un buen ejemplo de todo eso es la ex alcaldesa de Sant Boi de Llobregat Montserrat Gibert, quien en 2006 se posicionó en contra de la dirección comarcal del PSC por sus planteamientos nacionalistas y acabó barrida del cargo y sustituida como alcaldable en 2007 por Jaume Bosch, totalmente afín a la dirección.

Gibert como ejemplo
El ejemplo de cómo fue desbancada Gibert ilustra el funcionamiento del partido en muchas agrupaciones locales del Baix Llobregat. En la asamblea local del PSC de Sant Boi fue presentado un documento en el que se hablaba de un “proyecto renovador con un nuevo candidato y un nuevo liderazgo”, toda una declaración de intenciones hacia la alcaldesa. Acudieron 190 militantes, algo insólito en una reunión así y solo 10 apoyaron a la alcaldesa y hubo dos abstenciones. El proceso fue democrático, eso es indudable, pero no hubiera sido posible sin la capacidad de movilización de la militancia, siempre leal a las consignas de la dirección.

El PSC gobierna en la mayoría de las principales alcaldías. En algunas, incluso, con mayoría absoluta, como Cornellà y Sant Joan Despí, con Antonio Poveda de alcalde, que es también el primer secretario del partido en la comarca. Poveda forma parte de esa generación de cuadros del partido que se hizo con la dirección en el congreso de Sitges celebrado en 1994 y que aupó a José Montilla a la secretaría de Organización en sustitución de Josep Maria Sala. Seis años después, Montilla relevaría a Narcís Serra como primer secretario y José Zaragoza se encargaría de la secretaría de organización. El tándem funcionó de 2000 a 2011.

La bicefalia en la dirección del PSC se había ensayado anteriormente en la comarca del Baix Llobregat, donde la disidencia nunca estuvo bien vista y las corrientes de opinión brillaron por su ausencia, a excepción de la tolerada Izquierda Socialista. Con la marcha de Montilla a la presidencia de la Generalitat llegó el desencuentro con sus “hijos políticos”, a los que olvidó a la hora de formar gobierno en la plaza de Sant Jaume y para ocupar cargos de responsabilidad en el ministerio. Y no solo eso, sino que el presidente de la Generalitat desoyó las voces como las de Zaragoza que le reclamaban un menor peso de los sectores catalanistas del PSC en el Tripartito y sí consejeros más alineados con la dirección.

Los socialistas también tienen mayoría absoluta en Cornellà, con 14 de los 25 concejales, y ostentan las alcaldías de Sant Boi de Llobregat, Viladecans, con Carles Ruíz, además de Gavà, donde el primer edil, Joaquim Balsera, ha anunciado ya que no se presentará la reelección. También son alcaldes socialistas los de Sant Just Desvern (Josep Perpinyà), Sant Andreu de la Barca (Enric Llorca) y Esplugues de Llobregat (Pilar Díaz) y lo había sido Xavi Paz en Molins de Rei hasta que cumplió la mitad del mandato y fue sustituido por Joan Ramon Casals, de CiU, en aplicación del pacto de gobierno de hace dos años.

Declive electoral
De haber ocupado las más altas cotas de poder de su historia en todas las instituciones, los socialistas han experimentado un progresivo declive electoral que les ha llevado también a sus cotas más bajas. Y si existe un reducto donde, pese a todo, se mantienen relativamente, ese es el Baix Llobregat. Y no solo eso, sino que L’Hospitalet se ha convertido en la plaza política más importante del partido en Cataluña, al ser la segunda ciudad más poblada de Cataluña y tras la pérdida de Barcelona después de 32 años.

En L’Hospitalet se produce un curioso equilibrio interno en el PSC, después de que Celestino Corbacho abandonase la alcaldía tras 14 años en el cargo para pasar a ser ministro de Trabajo e Inmigración. Corbacho nunca se acomodó a su nueva vida en Madrid y en 2010 dimitió del cargo y regresó a Barcelona para acabar en las listas del Parlament. Ese escaño tampoco le provocó satisfacción política, pues como ha explicado él mismo, tras haber presidido algún consejo de ministros de la Unión Europea y entrevistarse con el presidente Obama, lo del parque de la Ciutadella es más plato de segunda mesa que otra cosa.

Pero la necesidad aprieta y el PSC no estaba para demasiadas alegrías ni cargos que ofrecer a Corbacho, quien amenazó a la dirección liderada por Pere Navarro de volver a desembarcar en L’Hospitalet y reclamar la celebración de elecciones primarias para la alcaldía. Eso le hubiera llevado a competir con la que fue su sustituta y actual alcaldesa, Núria Marín, por lo que Navarro decidió hacerlo presidente del consell nacional del PSC y poco después, asegurarle la continuidad como diputado autonómico.

Pacto de todos contra el PSC
El Prat sigue siendo la asignatura pendiente de los socialistas y algo tiene que ver en ello el carisma del alcalde de ICV Lluís Tejedor y la incapacidad de los socialistas para dar con un candidato acertado y mantenerlo un tiempo. Por lo demás, en estas más de tres décadas de democracia ha ocupado alcaldías en otras ciudades importantes durante algunos mandatos, pero si las ha perdido ha sido seguramente más por la incapacidad de sus alcaldes para gobernar que no por los méritos de los adversarios políticos. El caso de Sant Vicenç dels Horts, donde ha acabado de alcalde el líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, es más que paradigmático, pues en pocas poblaciones se ha producido un pacto de todos contra el PSC.

En todo eso algo tiene que ver la gestión de la que fuera alcaldesa de 2003 a 2011, Ámparo Piqueras, que en la actualidad está siendo investigada por la fiscalía tras el informe emitido por la Oficina Antifraude en que se sostiene que el incremento de sus bienes, valorados en 247.354 euros, no está justificado. Además, se sospecha que Piqueras pudo cometer un delito de falsedad documental, al no facilitar, de forma completa al Consistorio sus bienes patrimoniales, tal y como obliga la ley.

Sant Feliu de Llobregat dejó de ser un hueso duro de roer para el PSC en las elecciones de 2003 cuando Juan Antonio Vázquez se convirtió en el primer alcalde socialista. También imputado en un proceso judicial y acabó cayendo en desgracia, de manera que a mitad del mandato fue sustituido por Lourdes Borrell que acabó siendo desbancada de la alcaldía en 2011.

Castelldefels es otra alcaldía perdida por el PSC, pero en este caso a manos del PP, un hecho insólito en el Baix Llobregat. El histórico alcalde Agustín Marina, afiliado al PSOE desde 1963, dimitió por motivos personales en 2002 después de 23 años con la vara de mando y fue sustituido por el también socialista Antonio Padilla.

La división dentro de la agrupación socialista acabó entregando el ayuntamiento a Manuel Reyes, del PP, con el apoyo de CiU. Marina está imputado actualmente por la justicia por ocho delitos a partir de una información anónima que llegó al despacho de Reyes. Marina clama por su inocencia y asegura ser víctima de un “montaje político”.

La sombra de la corrupción

Si el poder puede llegar a corromper es razonable pensar que es si hegemónico y muy prolongado puede corromper mucho más todavía.

Desde que hay democracia se han producido en la comarca y L’Hospitalet diversos casos de corrupción que provocaron la dimisión de algunos alcaldes e incluso su condena en los tribunales. Estos son los casos más sonados.

Juan Ignacio Pujana
El primer alcalde democrático de L’Hospitalet hubo de dimitir en 1994 tras ser acusado de tráfico de influencias por la adjudicación de un aparcamiento en la plaza Guernika. El caso también se llevó por delante a Roberto Ruiz, entonces concejal de Gobernación. Pujana fue condenado por tráfico de influencias por la Audiencia de Barcelona en 1995 a seis años de inhabilitación, 300.000 pesetas de multa y un mes y un día de arresto. La sentencia le absolvió de dos delitos de soborno por la concesión de las obras debido a la de falta de pruebas.

Poco después volvería a abrirse una nueva causa penal, pero en 1998 la Audiencia de Barcelona absolvió a Pujana y Ruiz de malversación de caudales públicos. Estaban acusados de encargar a una empresa de detectives informes de tipo comercial, por el que pagaron 11,2 millones de pesetas, sobre unas empresas constructoras, que se querellaron contra el Consistorio, y también sobre funcionarios municipales. El fiscal había solicitado cuatro años de prisión para Pujana y tres para Ruiz. El tribunal sentenció que los acusados actuaron para “preservar los intereses que les era obligado defender en atención a sus funciones”, aunque admite que “el método utilizado pueda sorprender e incluso incomodar al ciudadano medio”.

Antoni Pérez Garzón
Su caso se parece al de Pujana como una gota de agua a otra. El primer alcalde democrático de Esplugues desde la restauración de la democracia, dimitió en marzo de 1998 tras ser condenado a ocho años de inhabilitación por prevaricación. Los hechos ocurrieron en 1995, cuando Pérez firmó dos decretos que permitieron instalar un negocio muy rentable de venta de vehículos de ocasión a una sociedad de la que era administrador y accionista su hijo. Los jueces dijeron en el fallo que el alcalde “olvidó las obligaciones que asumió frente a sus electores y, aprovechando las funciones propias de su cargo, actuó en beneficio de intereses particulares”. La pena impuesta fue superior a la que solicitó el fiscal al final del juicio -seis años y un día de inhabilitación- y coincidió con la que reclamaba la acusación particular, ejercida por el grupo municipal de Iniciativa-Els Verds (IC-EV), que es como se llamaba entonces esa coalición. La sentencia condenó también a sendas penas de tres meses de arresto y multa de un millón de pesetas al hijo del alcalde, Ignacio Pérez Sardá.

Miguel García Fenosa
El primer alcalde socialista de Viladecans dimitió del cargo, fue expulsado del PSC y no acabó el mandato que concluía en 1987 por su presunta vinculación con una estafa con el Banco Filatélico, del que era director.

Antoni Rodriguez
El alcalde socialista de Gavà también hubo de dejar el cargo en el segundo mandato de democracia municipal y acabó expulsado del partido. Sus compañeros del PSC le acusaron de llevar una vida “demasiado golfa”.

Manuel Salmerón
El primer alcalde socialista de Sant Andreu de la Barca también se vio involucrado en otro caso de corrupción que le llevó a abandonar la alcaldía en 1984 y fue expulsado del PSC. El motivo fue la concesión de las obras del mercado municipal a una empresa constructora de la que era accionista su cuñado. Salmerón, García Fenosa y Rodríguez volvieron a presentarse a las elecciones municipales bajo otras siglas pero no llegaron a ser escogidos nunca más.

Enric Térmens
Dimitió de la alcaldía de Olesa de Montserrat por su vinculación con la estafa relacionada con una caja de ahorros y también fue expulsado de las filas socialistas. A diferencia de los anteriores, años después fue rehabilitado por el PSC e incluso volvió a la alcaldía.

La caída del muñidor de la calle Nicaragua

El molinense Zaragoza era temido en su época de secretario de Organización del PSC.

“Zaragoza es víctima de la imagen que él ha creado, porque, aunque no lo parezca, tiene entrañas”. Durante 11 años, el exsecretario de organización del PSC suscitó tantos odios como simpatías fuera y dentro del partido. La frase de un dirigente socialista sintetiza esa etapa del ahora diputado en el Congreso José Zaragoza, que el 4 de septiembre dimitió de la ejecutiva del PSOE por espionaje político.

Zaragoza llevó el timón del socialismo catalán a las cotas más altas de poder, pero también a una caída sin precedentes. Su ascenso es el de una generación que se hizo con las riendas del PSC en el congreso de 1994 tras forjarse durante años en el Baix Llobregat desde su Molins de Rei natal, una comarca que fue cinturón rojo de Barcelona y que aún se mantiene como granero de votos. De ese territorio procede José Montilla, alcalde de Cornellà durante 19 años y que gobernó el PSC de 2000 a 2011. También en esa comarca creció políticamente Carme Chacón, teniente de alcalde de Esplugues de 1999 a 2003 y a la que Zaragoza descubrió. Y Antonio Balmón, ahora número dos del PSC, que sustituyó a Montilla en la alcaldía al ser este nombrado ministro.

Hijo de una familia de agricultores de Molins de Rei, donde nació en 1961, la conciencia política de Zaragoza se inició cuando estudiaba en el instituto Lluís de Recasens. Entonces ya aconsejaba a sus compañeros que abandonasen el comunismo, la ideología dominante en las aulas, y les recordaba la ruptura que provocó Largo Caballero en el PSOE en 1924. Devorador insaciable de novelas, el PSC ha sido la vida de Zaragoza, coinciden detractores y defen-sores. No pasó del bachillerato y desde joven se dedicó y logró extender el partido a donde había ganado el PSUC, el histórico partido de los comunistas catalanes. Excepto unos años como concejal, nunca ocupó cargos públicos, hasta que en las pasadas generales fue elegido diputado al quedarse sin empleo tras la renovación de la dirección del PSC. “Ha hecho y deshecho en el partido a su antojo, ha promocionado a los fieles y ha matado a los críticos”, explica un exdiputado autonómico que fue relegado de las listas. Desde la sala de máquinas de la calle de Nicaragua, sede del PSC, Zaragoza diseñó estrategias y campañas electorales, en ocasiones agresivas, y tejió una organización territorial más fiel que leal, lo que explica la elección de Pere Navarro como líder del partido. Los años del tripartito acabaron en desencuentro con Montilla, que desoyó los consejos de Zaragoza de reducir la presencia en la Generalitat de los consejeros del sector más nacionalista del PSC. “Chilla y amenaza, es autoritario. Eso no lo puede negar nadie”, dice un exdiputado que lo sufrió. “Es introvertido y tiene una faceta humana desconocida. Es tan sentido como frío”, apunta un ami-go de hace 35 años. Él insiste en que no ha hecho nada “ilegal” y dicen quienes le conocen que tie-ne el ánimo destrozado por el mal que puede haber provocado a la imagen del PSC por el caso del espionaje. Alejado de la primera línea de batalla, sigue acudiendo a la sede central del PSC, la que siempre ha sido su casa. “Hace unos años, esto del espionaje hubiera sido una tontería, pero ahora tiene un coste político innegable”, afirma otro dirigente del PSC que conoce muy bien a Zaragoza. “Durante años hizo amigos y enemigos acérrimos que ahora le pasan factura”, remacha.


Pere Rios||

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