Si alguien necesita ser protegido, me digo, entonces es que ese alguien está en peligro. ¿Y por qué está en peligro el río Llobregat? Tal vez porque la naturaleza no estaba entre nuestras prioridades. Tal vez porque, cuando emigramos a la ciudad, estábamos cansados de depender de ella y no manteníamos la distancia suficiente como para apreciar su valor. Y después de tanto construir y tanto trabajar, quizá ahora nos damos cuenta de que la necesitamos más de lo que pensábamos y hemos de buscar nuevas estrategias para recuperarla. Sí, el espíritu ecológico hace tiempo que sobrevuela el ambiente y se encarna en diferentes propuestas. Y sí, nos hemos desarrollado tanto que ya no podemos volver atrás y demoler lo construido.
Vivimos en la era del capitalismo financiero y, por tanto, poco o nada puede ser gratuito. No en vano, la alcaldesa de la ciudad, Núria Marín, ha afirmado que el acceso al río se mejorará cuando se termine de remodelar la Gran Vía, a finales de 2025. Es decir, el cuidado del cauce se enmarca dentro de un proyecto económico. Tal vez sea lo más realista en un mundo donde lo natural es explotar. Y no me parece mal sacarle un rendimiento monetario a la cuestión. Lo que me preocupa es si estamos llegando o no al fondo del asunto.
Entre las entidades que han apadrinado el río se encuentran numerosos centros educativos, esto es, personas que probablemente poseen una visión a largo plazo. Desde ese punto de vista, la pregunta podría ser la siguiente: ¿cómo debería ser la ciudad en la que me gustaría que vivieran las próximas generaciones? Y la respuesta debería integrar el cuidado de la naturaleza con el cuidado de nuestro bolsillo. Ahora mismo, y con ánimo de suscitar el debate, se me ocurre una idea. L’Hospitalet de Llobregat podría sacar partido de su nombre y potenciar sus dos segmentos:
L’Hospitalet, de hospital, lugar de acogida; y de Llobregat, del río, lugar natural. Y me explico. La ciudad se ha convertido en la sede de numerosos eventos que atraen a personas de alto poder adquisitivo y, también, con un elevado nivel de estrés. ¿Por qué no ofrecerles un espacio en el que relajarse, en contacto con la naturaleza? Los hospitalenses ganaríamos calidad de vida y, al mismo tiempo, obtendríamos ingresos económicos. Ya lo estoy viendo: L’Hospitalet de Llobregat, lugar de acogida natural. Después de todo, tal vez acoger sea algo tan natural como explotar.