¿En qué hemos acertado y en qué nos hemos descuidado? ¿Qué queremos hacer a partir de ahora y cómo lo vamos a alcanzar? Estas preguntas nos pueden ayudar a analizar nuestra vida personal, ¿pero qué pasa con nuestra faceta ciudadana?
No hay que saber mucho de psicología para conocer que, ahí donde ponemos nuestra atención, ahí concentramos nuestra energía. Por eso mismo, invito al lector a fijarse en dónde ha puesto su mirada cívica. Tal vez no salió del portal de su casa y se quedó en los problemas de la comunidad de vecinos. O puede que llegara hasta los contenedores de basura más próximos, cuando clamó en voz alta contra la suciedad del vecindario. O quizás se lamentó de la inseguridad del barrio cuando se enteró de que habían robado o detenido a alguien a unas pocas manzanas de su hogar. Es bastante probable, pues estos son algunos de los problemas que preocupan a la mayoría de los habitantes de L’Hospitalet de Llobregat. Ahora bien, ¿esto es todo?
Obviamente, no. También habrá ciudadanos que hayan mirado un poco más allá de sus necesidades primarias (dinero, higiene y seguridad) y hayan avanzado un poco más en su escala de valores. Algunos habrán acudido a alguna charla o debate sobre alguna cuestión de interés público, para formarse una opinión más cabal; o se habrán manifestado públicamente a favor o en contra de algún proyecto o idea. Otros formarán parte de alguna asociación o movimiento colectivo, conscientes de que juntos se pueden conseguir muchas más cosas que separados y de que vale la pena construir proyectos comunes. Ahora mismo me vienen a la cabeza asociaciones de vecinos, educativas, culturales, solidarias, etc. Y los menos, me temo, habrán alzado la voz o descolgado el teléfono para denunciar algún comportamiento incívico u ofrecer su ayuda para solucionar algún problema colectivo. Me pregunto también cuántos habrán hecho un esfuerzo por seguir la actualidad local, bien a través de los plenos municipales, bien a través de los medios de comunicación social. Lo que es seguro es que en las pasadas elecciones europeas no votaron ni la mitad de los hospitalenses que tenían derecho a hacerlo.
¿Adónde quiero llegar con todos estos ejemplos? Pues a algo tan básico y, por ello, tan necesario, como contribuir a que seamos un poco más conscientes de qué hacemos o dejamos de hacer para cuidar lo que nos mantiene unidos, la cosa pública que decían los clásicos. Si es verdad que las instituciones tradicionales están en crisis, entre ellas los partidos políticos, tal vez ha llegado la hora de empezar a asumir más responsabilidades. Y si, parafraseando al filósofo Wittgenstein, los límites de mi mirada representan los límites de mi mundo, es más que probable que haya llegado el momento de ampliar nuestros horizontes. Primero la mirada, y luego la energía. De eso va el test del verano que les sugiero. Hasta la vuelta.