En 1960 pagaban por hacerlo, tras superar un cursillo impartido por émulos de Cliff Richard. Se oía tanto lo de “Catalunya será cristiana o no será…” de Torras y Bages que hasta cenetistas contritos se confesaban y comulgaban con elegante unción. Lo nacional-católico, con ambiente teocrático, era lo que se respiraba; desde los grafitis de molde negro, con iconografía adecuada, hasta el lóbrego control social que convencía al anticlerical, que no le convenía serlo.
Era sí un ambiente ordenado que sumaba ya un creciente desarrollo económico-“Con los 1000 usd per cápita, la democracia…”- OPUS DEI. Mientras tanto, se comulgaba con la mano y se bebía vino “Pentavin”, en algunos locales donde ahora: curas te bendecían con manos encallecidas, sin manicura.
Oh tiempos, de pecados crecientes y exclaustraciones que provocaban tanto el sexo como el diálogo cristiano-marxista. ¿Recuerdan a Alfonso Carlos Comín de rancia prosapia carlista, émulo del Che Guevara? Todo progresaba del azul y blanco, o si quieren del blanco-amarillo vaticano hacia una difusa mancha rojigualda que se vertía de los mástiles oficiales hacia el rediseño cuatribarrado de iguales colores. Si antes coros de camaradas ejercían polifonías castellanas entre vuelos de águilas y cumbres nevadas, ahora ya se preferían los ruiseñores occitanos y los cantos de segadores airados. Lo pequeño es hermoso. Tanto es así que muchos catalanes, que iban a Nuria y Lourdes, se desviaron a la Andorra casi independiente, que en ella mandaban un obispo y el presidente francés. Perfecto tándem que les aseguraba paz y prosperidad. Muchos en domingo asistían a misa y se encomendaban a la Virgen de Meritxell, nombre que hizo fortuna en muchas niñas.
Si Cataluña fue un principado, Andorra era un coprincipado, fórmula perfecta en su equilibrio. Al subir y bajar eras registrado por los aduaneros y tricornios, aunque siempre pasabas algo. Ahora se comulgaba ya menos, los domingos de fútbol, los turnos y horas extras; dieron paso a la militancia partidaria, tras la muerte del parkinsoniano jerarca en camita. ¡Oh la Transición, pacto por aquí, enjuague por allá…¡banderas, patrias chicas, cafeteras llenas de café para todos… relojes que se paraban, hasta llegar a un CONSENSO… canciones de Agua viva, María Ostiz, que se exclamaba de su sufrir, Aute, Serrat, oh sí todos estos. Pero el gusto por comprar andorrano: aspirinas, gafas, discos y tabacos había arraigado entre los catalanes antaño comulgantes y ahora tan descreídos y materialistas. Largas caravanas para esquiar y dejar algún dinero sobrante, por si la guerra civil, por sí la invasión castellana o mora, que ya se recogería el día de la independencia, cada vez más próximo, por otra parte.
A todo esto yo tal vez en tímido librepensador, solo recordaba los gritos de un hombrón en el Ateneo, cuando en plena partida de ajedrez; un televisor , nos avisó de que Pujol Soley confesaba su cariño por su cuenta andorrana y nos pedía perdón a nosotros y a su hermana, cuyo marido arruinado había vendido hacía días su biblioteca. Nos gritó este gigante, rojo de ira-¿Cuándo dejaremos de comulgar en este país, con ruedas de molino…?