La Navidad, mucho más que un escaparate

Parece de obligado cumplimiento que en estos próximos días, el gasto se incremente de forma desbordante. Los escaparates, las luminarias callejeras, el bombardeo televisivo nos imponen la cultura del despilfarro. El consumo se ha convertido en obligación, en la tarjeta de presentación de estas fiestas: regalos, opulentas comilonas…

Justo en este contexto que se avecina, la cruda realidad de miles de familias despierta nuestra conciencia. La pobreza en nuestro país es una realidad incuestionable y en aumento para muchas personas. Sorprende el nuevo concepto acuñado: pobreza energética. Miles de personas dejarán de consumir energía para la calefacción para mantener, al menos, la alimentación de sus miembros. Con sus muchos rostros, la pobreza de millones de personas en nuestro país nos presenta unas fiestas diferentes, más auténticas y menos despilfarradoras.

Todas las próximas fiestas se centran en un acontecimiento histórico, un “nacimiento”. La venida y la presencia de alguien que ha transformado la vida de millones de personas a lo largo de la historia. Su mensaje es claro y, escandalosamente, actual: la vida y los bienes los hemos recibido para administrarlos en función del amor fraterno, especialmente, hacia aquéllos más vulnerables e indefensos. Él optó libremente a manifestar su amor desde una pobreza radical, no comprendida por muchos de sus contemporáneos.

Hoy, este testimonio de amor ha sido, en muchos casos, enmascarado por la fiebre consumista y egoísta. Nos preocupa de forma obsesiva nuestro bienestar y somos ciegos y sordos ante el clamor de tantos “hermanos” próximos.

La “Navidad” no es un día, ni un escaparate, ni una campaña puntual de solidaridad… es un descubrimiento de una persona, es un actitud de vida, es una visión fraternal de la caridad, es una compartir el dolor de tantos que no podrán dejarse seducir por los escaparates luminosos…
Y EN TODO EL AÑO.