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Bienvenidos a la era del comportamiento

Por Joan Carles Valero
viernes 12 de diciembre de 2014, 04:04h
“Hay tres formas para inducir a que alguien haga algo: la coerción, la motivación y la inspiración. Esta última se basa en las ideas, las únicas capaces de mover el mundo”
Los efectos de la crisis han destruido mucho tejido industrial en nuestra comarca. El catedrático de Economía de la UAB, Josep Oliver, asegura que del 2007 al 2013 se han destruido en Cataluña un 30% de los puestos de trabajo en la industria. Siempre es más lento crear que destruir. Por eso, aunque los datos de generación de empleo empiezan a ser positivos en el Baix Llobregat y L’Hospitalet, costará tiempo y grandes dosis de amor al riesgo lograr que la recuperación alcance a todos los hogares.

Por el contrario, desde el punto de vista político, las cosas están peor y son una fuente de incertidumbre que no ayuda ni a la consolidación democrática ni a la consolidación económica. El economista liberal Milton Friedman ya advirtió que “no hay comida gratuita”. Tampoco hay crisis gratuitas. El crecimiento de los partidos de ultraderecha y el populismo en Europa son una respuesta a la crisis económica. En las últimas europeas de mayo hemos visto avances importantes de estos partidos en Francia, Holanda, Finlandia, Italia, Gran Bretaña, etcétera. Parece que ha llegado la hora de la revancha de los que sufren la crisis. En nuestro país, la protesta se canaliza a través de Podemos-Guanyem y la CUP, aunque hay autores que subrayan que en Cataluña ese afán de desquite se ha traducido en un crecimiento del independentismo. En Grecia ha subido Syriza, en Francia Marine Le Pen y en Italia Beppe Grillo. En Escocia esa queja se ha vehiculado a través de los nacionalistas del SNP, y en Inglaterra por la vía de los euroescépticos del ultraderechista UK Independence Party.

Es como si un electorado castigado y asqueado, sintiéndose engañado y traicionado, haya decidido meterse en la cama con quien tiene más a mano pensando que así hará más daño. Es una reacción totalmente lógica de la ciudadanía, que ve que los partidos tradicionales no han sabido o no han podido plantar cara a las consecuencias de la crisis. Porque la salida de la crisis ha sido de radicalismo austero hasta el punto de cuestionar, por primera vez en la historia moderna, la creencia establecida de que el futuro sería mejor que el pasado y el presente. No sólo porque parece que el crecimiento ha tocado techo y tenemos que plantearnos crecer socialmente sin crecer económicamente; sino por el desgarro implacable que las medidas de austeridad han comportado para las conquistas del Estado del Bienestar y el empobrecimiento de las clases medias.

La gota que colma
Si a todo eso añadimos el afloramiento de los casos de corrupción en España en general y en Cataluña en particular, aunque todavía no hayan estallado los que hay latentes en el Baix Llobregat y L’Hospitalet (tiempo al tiempo), deberemos concluir que lo sorprendente es que los ciudadanos sean tan moderados en sus reacciones. Ya veremos cómo reaccionan en el plano local en las municipales de mayo, si antes no hay autonómicas adelantadas.

Muchos se preguntan si ahora hay mucha más corrupción que antes. No lo comparto. La mayoría de los escándalos a los que hoy asistimos y que ahora son objeto de querellas y juicios no son casos de los últimos meses. Son antiguos pero surgen ahora. Ni los imputados ni los condenados lo son por delitos de hoy, sino de ayer y de anteayer. Que la Justicia es lenta pero funciona nos debería dar cierta tranquilidad.

Gestionar la complejidad
El filósofo francés Edgar Morin dice que la política es trabajar por lo asociativo y combatir lo que sea disociativo, y sostiene que la emancipación no puede tener como meta el aislamiento o la ruptura de las relaciones preexistentes. Morin es el principal precursor del pensamiento complejo y no traigo su cita para referirme al proceso secesionista catalán, sino para subrayar que gobernar es gestionar la complejidad de sociedades complejas. La venganza de la ciudadanía galopando a lomos de la indignación, de la injusticia social en una crisis sin precedentes y con unas medidas, a veces incluso amorales, no perdonará a nadie. De esa venganza tampoco se escaparán los que ahora gobiernan en nuestras ciudades y pueblos.

Acabamos de entrar en la era del comportamiento. Lo dice Dov Sidman, gurú estadounidense de la gestión de las organizaciones y autor del libro “How: Why how we do anything means everthing”, prologado por Bill Clinton. Hace unos días, Sidman pronunció una conferencia en Esade en la que subrayó que “el comportamiento es la materialización de los valores de una empresa (organización). Sin él, desaparece el compromiso del empleado, del cliente, y por extensión de la sociedad”. Esa visión del comportamiento alcanza todos los ámbitos y se extiende a partidos políticos, sindicatos, administraciones y cualquier organización con proyección social. Porque “el secreto del éxito no reside ya en el qué hacemos, sino en el cómo lo hacemos, cómo lo medimos y cómo dirigimos”.

El compromiso es la clave
El compromiso es, hoy por hoy, la única clave para la supervivencia y el éxito de una organización: “Vivimos en un mundo en conexión, todos dependemos de todos; si no queremos algo, desaparece”, dice Sidman. Dos ejemplos avalan esta tesis, uno político —“en menos de 17 días Twitter acabó con Hosni Mubarack en Egipto”— y otro de negocios —“Netflix tuvo que cambiar su política de precios ante más de 800.000 clientes que expresaron su descontento vía Facebook—.

“En EE.UU, sólo el 13% de los empleados están comprometidos con su compañía —reconoce el gurú—. Hay que repensarlas y el cambio tiene que aparecer en el cómo, no en el qué”. Otro aspecto importante es analizar el liderazgo de la organización, “que puede ser autocrático, jerarquizado o de autogobernanza” y articular los mecanismos para pasar de una a otra y conseguir “líderes inspiradores”. “Hay tres formas para inducir a que alguien haga algo: la coerción, la motivación y la inspiración. Ésta última, se basa en las ideas, las únicas capaces de mover el mundo”. Ideas y líderes inspiradores, precisamente dos de las dos principales carencias en nuestra comarca. ¿Al menos nos queda el comportamiento?
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