Cuando alguien piensa en un lugar siempre le viene a la cabeza un binomio de enclave geográfico y plato gastronómico: de Valls, la calçotada; de Asturias, la fabada; del Aplec de Lleida, els cargols a la llauna; del Bierzo, el botillo; de Canarias, las patatas arrugás con mojo picón…Pero cuando se intenta articular un paralelismo similar entre el Baix Llobregat y su excelsa gastronomía, la mente se queda en blanco, lo que no deja de ser curioso porque si de algo puede presumir la comarca es de la potencia y la calidad de su hostelería y de su restauración. El sector turístico es uno de sus grandes motores económicos de la comarca pues concentra al 16% de las empresas del territorio y da trabajo al 13%. Más de un millón de visitantes y dos millones de pernoctaciones anuales lo atestiguan.